Éstas son algunas de las poesías
que han llamdo mi atención por su contenido artístico y filosófico y que por
lo mismo he considerado pertinente desplegar para agrado y meditación de los
que, como yo gusten de este género....... 5prueba
POESÍAS:
ÍNDICE
LOS ZAPATICOS DE ROSA
a Mademoiselle Marie: José Martí
Hay sol bueno y mar de espuma,
Y arena fina, y Pilar
Quiere salir a estrenar
Su sombrerito de pluma.
-«¡Yaya la niña divina!»
Dice el padre, y le da un beso.
-«¡Vaya mi pájaro preso
A buscarme arena fina!»
-«Yo voy con mi niña hermosa»-
Le dijo la madre buena.
«¡No te manches en la arena
Los zapaticos de rosa!»
Fueron las dos al jardín
Por la calle del laurel:
La madre cogió un clavel
Y Pilar cogió un jazmín.
Ella va de todo juego,
Con aro, balde y paleta.
El balde es color violeta;
El aro es color de fuego.
Vienen a verlas pasar:
Nadie quiere verlas ir:
La madre se echa a reir,
Y un viejo se echa a llorar.
El aire fresco despeina
A Pilar, que viene y va
Muy oronda: «Dí, mamá:
¿Tú sabes qué cosa es reina?»
Y por si vuelven de noche
De la orilla de la mar,
Para la madre y Pilar
Manda luego el padre el coche.
Está la playa muy linda:
Todo el mundo está en la playa:
Lleva espejuelos el aya
De la francesa Florinda.
Está Alberto, el militar
Que salió en la procesión
Con tricornio y con bastón,
Echando un bote a la mar.
¡Y qué mala, Magdalena,
Con tantas cintas y lazos,
A la muñeca sin brazos
Enterrándola en la arena!
Conversan allá en las sillas,
Sentadas con los señores,
Las señoras, como flores,
Debajo de las sombrillas.
Pero está con estos modos
Tan serios, muy triste el mar:
¡Lo alegre es allá, al doblar,
En la barranca de todos!
Dicen que suenan las olas
Mejor allá en la barranca,
Y que la arena es muy blanca
Donde están las niñas solas.
Pilar corre a su mamá:
-«¡Mamá, yo voy a ser buena;
Déjame ir sola a la arena:
Allá, tú me ves, allá!»
-¡«Esta niña caprichosa!
No hay tarde que no me enojes:
Anda, pero no te mojes
Los zapaticos de rosa».
Le llega a los pies la espuma:
Gritan alegres las dos:
Y se va, diciendo adiós,
La del sombrero de pluma.
¡Se va allá, donde ¡muy lejos!
Las aguas son más salobres,
Donde se sientan los pobres,
Donde se sientan los viejos!
Se fue la niña a jugar,
La espuma blanca bajó,
Y pasó el tiempo, y pasó
Un águila por el mar.
Y cuando el Sol se ponía
Detrás de un monte dorado.
Un sombrerito callado
Por las arenas venía.
Trabajaba mucho, trabajaba
Para andar; ¿qué es lo que tiene
Pilar, que anda así, que viene
Con la cabecita baja?
Bien sabe la madre hermosa
Por qué le cuesta el andar;
-«¿Y los zapatos, Pilar,
Los zapaticos de rosa?
-«¡Ah, loca! ¿en dónde
estarán?
¡Dí, dónde, Pilar!» -«Señora-
Dice una mujer que llora-,
¡Están conmigo; aquí están!»
-«Yo tengo una niña enferma
Que llora en el cuarto obscuro,
Y la traigo al aire puro
A ver el Sol, y a que duerma.
«Anoche soñó, soñó
Con el cielo, y oyó un canto:
Me dió miedo, me dió espanto,
Y la traje, y se durmió.
«Con sus dos brazos menudos
Estaba como abrazando;
Y yo mirando, mirando
Sus piesecitos desnudos.
«Me llegó al cuerpo la espuma,
Alcé los ojos, y ví
Esta niña frente a mí
Con su sombrero de pluma.
«¡Se parece a los retratos
Tu niña» -dijo-. «¿Es de cera?
¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!...
¿Y por qué está sin zapatos?
-«Mira: ¡la mano le abrasa,
Y tiene los pies tan fríos!
Oh, toma, toma los míos;
Yo tengo más en mí casa!»
«No sé bien, señora hermosa,
Lo que sucedió después:
¡Le ví a mi hijita en los pies
Los zapaticos de rosa!»
Se vió sacar los pañuelos
A una rusa y a una inglesa;
El aya de la francesa
Se quitó los espejuelos.
Abrió la madre los brazos.
Se echó Pilar en su pecho,
Y sacó el traje deshecho,
Sin adornos y sin lazos.
Todo lo quiere saber
De la enferma la señora:
¡No quiere saber que llora
De pobreza una mujer!
-«¡Si, Pilar, dáselo! Y eso
También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!
Y ella le dió su bolsillo:
Le dio el clavel, le dió un beso.
Vuelven calladas de noche
A su casa del jardín,
Y Pilar va en el cojín
De la derecha del coche.
Y dice una mariposa
Que vió desde su rosal
Guardados en un cristal
Los zapaticos de rosa.
a Mademoiselle Marie:
de José Martí
Poesía enviada
por "Patrica Stajszczyk"
ÍNDICE
Conciencia
Conciencia nunca dormida
Mudo y pertinaz testigo
Que no dejas sin castigo
Ningún crimen en la vida.
La Ley calla, el mundo olvida,
Más ¿quién sacude tu yugo?
Al Sumo Hacedor le plugo
Que a solas con el pecado,
Fueras tú para el culpado
Juez, delator y verdugo.
Sergio Andrés
Schiavini
Poesía enviada
por "Patrica Stajszczyk"
ÍNDICE
OJOS DE PINTOR
De tanto ver al mundo
con ojos de pintor
mis ojos son ya lienzos
donde dibuja Dios.
Tomás Uscanga
Constantino.
Poesía enviada
por "Patrica Stajszczyk"
ÍNDICE
POESÍA ENVIADA POR:
EDUARDO PIECK
REDONDILLAS
Arguye de inconsecuentes el gusto
y la censura de los hombres que en
las mujeres acusan lo que causan
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?
Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y
Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)
ÍNDICE
Poema enviado por Jorge E. Orozco
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algún comentario, te agradeceré
me lo hagas llegar a mi correo: tomas@guitron.net
Si (If)
Si puedes estar firme cuando en tu derredor
todo el mundo se ofusca y tacha tu entereza;
si cuando dudan todos, fías en tu valor,
y al mismo tiempo sabes excusar su flaqueza;
si puedes esperar y a tu afán poner brida,
o blanco de mentiras esgrimir la verdad,
o siendo odiado, al odio no dejarle cabida
y ni ensalzas tu juicio, ni ostentas tu bondad;
Si sueñas, pero el sueño no se vuelve
tu rey;
si piensas, y el pensar no amengua tus ardores;
si el triunfo y el desastre no te imponen su ley
y los tratas lo mismo como a dos impostores;
si puedes soportar que tu frase sincera
sea trampa de necios en boca de malvados,
y mirar hecha trizas tu adorada quimera,
y tornas a forjarla con útiles mellados;
Si todas tus ganancias poniendo en un montón,
las arriesgas osado en un golpe de azar,
y las pierdes y luego, con bravo corazón,
sin hablar de tus pérdidas vuelves a comenzar;
si puedes mantener en la ruda pelea
alerta el pensamiento y el músculo tirante
para emplearlos cuando en ti todo flaquea,
menos la voluntad que te dice: ¡Adelante!
Si entre la turba das a la virtud abrigo;
si marchando con reyes, del orgullo has triunfado;
si no pueden herirte ni amigo ni enemigo;
si eres bueno con todos, pero no demasiado,
y si puedes llenar los preciosos minutos
de sesenta segundos de combate bravío,
tuya es la tierra y todos sus codiciados frutos,
y lo que es más importe, serás Hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
ÍNDICE
El siguiente es un poema que me han enviado Héctor
y Ofelia
EL AMOR
No es amor el amor
que al golpe de la suerte se doblega
o que cambia de ruta
como gira versatil la veleta
El amor es un fuego que troquela
y marca para siempre
Un mastil al que azota la tormenta
y erguido permanece
El engaño del tiempo palidece
el carmin de los labios
y el vivido rubor de las mejillas
Mas del amor no apaga
el fuego que en la entraña
esta encendido
Al amor no lo vence
el agobio del tiempo
entre las horas
que su hoz va tronchando
ni el curso de los dias
que a su paso deshoja el calendario
Su poder; solo cede ante la muerte.
William Schakesperare
ÍNDICE
Si tienes alguna poesía o alguna
sugerencia y quieres que la despliegue, no dudes en enviármela a mi correo personal.
tomas@guitron.net
QUÉ
RAZÓN TENÍAS PAPÁ
Qué razon tenias papá,
cuando me dijiste que a mi edad
aún no estaba preparado para controlar mi vida,
que era yo muy joven,
que esperara un poco más de tiempo
y luego tú mismo me ayudarías a independizarme.
y, sin embargo… preferí no escucharte…
te dejé con la palabra en la boca,
y me fui de la casa,
según yo, a comerme al mundo a rebanadas.
Repetiste una y otra vez que tú y mi mamá sólo querían
lo mejor para mí,
y que sus regaños no eran por desamor…
trataste de explicarme que la comprensión
no era darme siempre la razón;
pero, a pesar de ello,
en muchas ocasiones preferiste ceder, y callar;
con esa actitud tan consiliadora que adoptabas,
con tal de que yo no cumpliera mis constantes amenazas,
mientras yo los acusaba de ser los peores padres.
Qué Razón tenias Papá,
cuando te acercaste a mí,
y me suplicaste que viviera conforme a mi edad,
porque la juventud es como un suspiro del alma,
y cuando nos damos cuenta,
los años nos llevan ventaja;
me suplicaste que no abandonara la escuela
porque de ello dependería gran parte de mi vida en el futuro;
“no cometas el mismo error que yo, hijo”,
me dijiste en aquella ocasión,
y sin embargo mi respuesta fue:
“Tù que sabes de eso?
lo que pasa esque tú ya estas viejo…
No se cómo no te cansas de estarme dando sermones”…
fué por eso que, sólo llegué hasta la secundaria…
Recuerdo que mi madre me sentó cariñosamente
en sus piernas,
y me habló de las mujeres,
me explicó que una relación de pareja va más allá
de la atracción física,
y la pasión;
platicó cómo se conocieron y la manera en que la conquistaste,
de la forma en que se ama a los hijos,
del respeto hacia la esposa,
y el cariño con el que se le debe tratar,
y ya ves, papá,
apenas cumplí la mayoría de la edad y me tuve que casar,
por esa falta de responsabilidad…
Qué razón tenías papá,
que antes de marcharme de la casa,
intentaste detenerme,
y con lágrimas en los ojos me aclaraste:
“Algún día tú también serás papá,
y podrás entenderme, hijo”,
y en pago a eso te miré fijamente a los ojos y te dije:
“Yo sí seré un buen padre,
a mis hijos, no los estaré fastidiando tanto,
dejaré que sean los que ellos quieran,
y que sean felices”,
y en un tono más soverbio repetí:
“Yo voy a ser mejor que ustedes”.
Me aconsejaste que, pasara lo que pasara,
viviera como viviera, nunca me humillara ante los demás,
porque la dignidad no se vende, no se pierde,
y hasta la libertad tiene sus límites,
y apenas me sentí libre,
aproveché para emborracharme con mis amigos hasta desfallecer,
y desperté tirado en una calle, sucio, maloliente;
me atreví a pedir limosna
y ante la desesperación se me hizo fácil robar,
aunque me advertiste que mi enemigo no estaba en la casa,
sino en las calles,
disfrazado de falsos amigos,
absurdos placeres y dinero manchado…
Qué razón tenías papá,
cuando me adelantaste que si abandonaba el hogar,
mi madre moriría de pena y tristeza,
y yo ¿qué hice?… Me burlé de tí,
te aclaré que si eso sucedía sería por tu culpa,
por la vida tan estricta que nos dabas,
por las exigencias y por tu concepto de la disciplina y la responsabilidad,
porque cuando llegabas a la casa hacias llorar a mi madre con tus ridículos
obsequios,
cuánto tiempo me tardé en comprender que esas lágrimas,
eran de alegría, y no de dolor o tristeza…
Un día, me tomaste entre tus brazos y me dijiste
muy quedito al oido
esas cosas que aún guardo en mi corazón:
“ojalá nunca crecieras, hijo mío,
ojalá siempre fueras mi pequeñito y yo siguiera siemdo tu héroe
para toda la vida,
imaginar, que siempre tendrás 6 años”,
pero ya ves, papá,
hoy me arrepiento de todas esas palabras contra tí,
de mis actos que tanto te dañaron,
de tantas noches que te tuve a ti y a mi mamá en vela por no llegar de
la fiesta,
de las mentiras malarmadas que inventaba con tal de no escuchar tus sabios consejos,
de recordar cómo te humillaste varias veces frente a mí,
con tal de que yo tuviera esa falsa razón;
de pisotear tu dignidad con mis gritos y reclamos,
y cientos y cientos de reproches en contra de ese cariño incondicional…
Mírame ahora, papá,
sentado en una sala de hospital,
lleno de angustia,
esperando noticias sobre la salud de mi hijo,
ese… al que yo iba a educar…
mejor que tú a mi,
sí… también él se sintió grande,
a pesar de mis consejos decidió no escucharme y,
hacer su propia vida como lo hice yo,
le pido a Dios que me ayude,
y a tí, mi gran héroe de siempre,
que ojalá me hayas perdonado… todo….
me costó mucho tiempo, dolor, y sufrimiento,
pero despues de tantos años,
logre entender que por fin te amé, papá,
más de lo que yo creía…
Qué Razón tenías, Papá…
Autor: Mariano Osorio
ÍNDICE
MIRADA RETROSPECTIVA.
Al llegar a la página postrera
De la tragicomedia de mi vida
Vuelvo la vista al punto de partida
Con el dolor de quien ya nada espera.
Cuánta noble ambición
que fue quimera
Cuánta bella ilusión desvanecida
Sembrada está la senda recorrida
Con las flores de aquella primavera.
Pero en esta hora lúgubre, sombría,
De severa verdad y desencanto,
De supremo dolor y de agonía.
Es mi mayor pesar en mi quebranto,
No haber amado más, yo que creía,
Yo que pensaba haber amado tanto.
Guillermo Blest Gana.
ÍNDICE
Epigramas
Al perderte yo a ti, tú
y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras lo que yo más amaba,
y tú, porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Ernesto Cardenal.
ÍNDICE
MADRE
NATURALEZA
Maunel Gutiérrez Nájera
Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.
Tú no cambias, ni mudas,
ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.
Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.
!Aire! ¡más luz,
una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!
Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.
No más continuo batallar:
ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.
¡Acude madre, y antes que
perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!
¿Sabes lo que es un suspiro?
¡Un beso que no se dio
¡Con cadena y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompen la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueren más de pena
que ya está de besos llena
la tumba del corazón!
¿Qué son las bocas?
Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel
sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave?
-Besos que, apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!
Manuel Gutiérrez Nájera
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SIN PERDÓN Y SIN RENCORES
¿Rencores? ¿porqué
rencores?
No le va a mi señorío,
¿guardarle rencor a un río
que fue regando mis flores?;
Tú me diste los mejores
cristales de tu corriente
y no sería decente
maldecirte por despecho,
si tenemos el derecho
de dar o negar la fuente.
Debo estarte agradecido
por tu generosidad,
tú me diste por bondad
lo que yo di por cumplido,
me brindaste tu latido,
tu transitorio amor loco,
¿que duró mucho? Muy poco,
tus ojos siempre empañados
y los potros alocados
del cariño que yo evoco.
Me diste un beso, el
primero,
que es el que más atosiga,
y me diste la fatiga
de un cariño verdadero;
me diste luna y estero,
tu corazón sin celaje,
pusiste todo el encaje
de tu caricia en mi pelo,
y me regalaste el cielo
con cinco hijos en el viaje.
Por eso yo, bien nacido,
ni te odio ni te aborrezco,
al contrario, te agradezco
todo lo que me has querido;
ni me importa si te has ido
con tu barca hacia otro mar,
que yo no te puedo odiar
por esa mala partida
ya que odiar es en la vida,
un cierto modo de amar.
Ni te vengas a mi lado
para pedirme perdón,
el perdón es la razón
de volver a lo pasado;
y lo pasado, pasado,
que pasó porque pasó,
déjame que viva yo
sin perdón y sin rencores
porque, por más que me llores...
lo nuestro ya terminó.
Manuel Benítez
Carrasco
LOS PADRES Y LOS HIJOS.
Un enjambre de pájaros metidos
en jaula de metal guardó un cabrero
y a cuidarlos voló desde el
otero
la pareja de padres afligidos.
Si aquí: dijo el pastor, vienen
unidos;
sus hijos a cuidar con tanto esmero,
ver cómo cuidan a sus padres
quiero
los hijos por amor agradecidos.
Deja entre redes la pareja
envuelta
la puerta abre el pastor del duro alambre
cierra a los padres y a
los hijos suelta.
Huyó de los hijuelos el
enjambre;
y como en vano se esperó su vuelta
mató a los padres, el dolor y
el hambre.
Ramón de Campoamor.
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PAX ANIMAE
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Ni una palabra de dolor
blasfemo, sé altivo, sé gallardo en la caída, y ve poeta con desdén
supremo, todas las injusticias de la vida.
No busques la constancia en
los amores, ni pidas nada eterno a los mortales, y haz artista con
todos tus dolores, excelsos monumentos
sepulcrales.
En mármol blanco tus estatuas
labra, castas en la actitud, aunque desnudas, y que duerma en sus
labios la palabra, y se muestren muy tristes pero
mudas.
El nombre; débil vibración
sonora, que dura apenas un instante, el nombre; ídolo torpe, que
el iluso adora, última y triste vanidad del
hombre.
¿A qué pedir justicia ni
clemencia, —si la niegan los propios compañeros- a la glacial y
muda indiferencia de los desconocidos venideros?
¿A qué pedir la compasión
tardía de los extraños que la sombra esconde? Duermen los ecos en
la selva umbría, y nadie, nadie a nuestra voz
responde.
En este mundo el único
consuelo, es acordarse de las horas bellas, alzar los ojos para
ver el Cielo, cuando el Cielo es azul o tiene estrellas.
Huir del mar y ¡en
el dormido lago!,
disfrutar de las ondas el reposo, dormir, soñar, el sueño,
nuestro mago, es un sublime y santo mentiroso.
¡Ay! Es verdad, que en el
honrado pecho, clama venganza la reciente herida, pero, perdona el
mal que te hayan hecho, todos están enfermos de la
vida.
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Los mismos que de flores se
coronan; para el dolor, para la muerte nacen, si los que tú más
amas te traicionan, perdónalos, no saben lo que
hacen.
Acaso esos instintos heredaron
y son los inconscientes vengadores, de razas o de estirpes que
pasaron acumulando todos los rencores.
¿Eres acaso el juez? ¿El
impecable? Tú, ¿la justicia y la piedad reúnes? ¿Quién no es
fugitivo responsable de alguno o muchos crímenes
impunes?
¿Quién no ha mentido amor y ha
profanado, de una alma virgen el sagrario augusto? ¿Quién está
cierto de no haber matado? ¿Quién puede ser el justiciero? ¿El
justo?
Lástimas y perdón para los
vivos, y así de amor y mansedumbre llenos, seremos cariñosos,
compasivos y alguna vez acaso... acaso buenos.
¿Padeces? Busca la gentil
amante, a la impasible e inmortal belleza,
y ve apoyado como Lear errante,
en tu joven Cordelia: la tristeza.
Mira, se aleja perezoso el
día, ¡qué bueno es descansar! El bosque oscuro nos arrulla con
lánguida armonía, el agua es virgen, el ambiente es
puro.
La luz cansada sus pupilas cierra,
se escuchan melancólicos rumores,
y la noche al bajar dice a la tierra,
—vamos... ya está... ya duérmete, no llorres.
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Recordar... Perdonar... Haber
amado... Ser dichoso un instante, haber creído... Y luego...
reclinarse fatigado, en el hombro de nieve del
olvido.
Sentir eternamente la ternura,
que en nuestros pechos jóvenes palpita, y recibir si llega, la
ventura, como la hermosa que viene de visita.
Siempre escondido lo que más
amamos; ¡siempre en los labios el perdón risueño! Hasta que al
fin, ¡oh tierra! ¡A ti vayamos, con la invencible laxitud del
sueño!
Esa ha de ser la vida del que
piensa en lo fugaz de todo lo que mira, y se detiene, sabio, ante
la inmensa extensión de tus mares, ¡oh mentira!
Corta las flores, mientras
haya flores, perdona a las espinas, a las rosas, ¡También se van y
vuelan los dolores como turbas de negras
mariposas!
Ama y perdona. Con valor
resiste: lo injusto, lo villano, lo cobarde... ¡Hermosamente
pensativa y triste está al caer la silenciosa
tarde!
Cuando el dolor mi espíritu
sombrea,
busco en las cimas claridad y calma,
¡Y una infinita compasión albea,
en las heladas cumbres de mi alma!
Manuel Gutiérrez Nájera. |
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LOS MOTIVOS DEL LOBO.
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El varón que tiene
corazón de lis, alma de querube, lengua celestial; el mínimo y
dulce Francisco de Asís, está con un rudo y torbo animal.
Bestia temerosa de sangre y de
robo, las fauces de furia, los ojos de mal; el lobo de Gubbia, el
terrible lobo: rabioso ha asolado los alrededores, cruel ha
deshecho todos los rebaños, devoró corderos, devoró pastores y son
incontables sus muertes y daños.
Fuertes cazadores armados
de hierros,
fueron destrozados, los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros
como de cabritos y de corderillos.
Francisco salió, al lobo buscó
en su madriguera,
cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle, se lanzó feroz
contra él, Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano, al lobo furioso dijo:
—¡paz hermano!—
El animal, contempló al varón de tosco sayal,
dejó su aire arisco,
cerró sus abiertas fauces agresivas y dijo:
—Está bien, hermano Francisco.
—¡Como! —Exclamó el santo,
— ¿es ley que tú vivas de horror y de muerte? La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor de tanta criatura de Nuestro
Señor, ¿no han de contener tu encono infernal? ¿Vienes del
infierno? ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o
Belial?
Y el gran lobo humilde: —es
duro el invierno y es horrible el hambre, en el bosque helado, no
hallé qué comer y busqué al ganado y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador, sobre su caballo, llevando el
azor al puño, o correr tras el jabalí, el oso o el siervo; y a más
de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas
trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor; y no era
por hambre que iban a cazar.
Francisco responde: —en el
hombre existe mala levadura, cuando nace viene con pecado, es triste;
mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy
qué comer, dejarás en paz rebaños y gente en este país, que Dios
melifique tu ser montarás. —Está bien hermano Francisco de
Asís.
—Ante el Señor que todo ata y
desata, en fe de promesa, tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al
hermano
de Asís, que a su vez, le alargó la mano.
Fueron a la aldea, la gente
veía,
y lo que veía casi no creía;
tras el religioso iba el lobo fiero,
y baja la testa, manso le seguía,
como un can de caza o como un cordero.
Francisco llamó a la gente a
la plaza y allí predicó y dijo: —he aquí una amable caza, el
hermano lobo se viene conmigo, me juró no ser más nuestro enemigo
y no repetir su ataque sangriento; vosotros en cambio, daréis su
alimento a la pobre bestia de Dios.
—Así sea
—contestó la gente toda de la aldea,
y luego, en señal de contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.
|
Algún tiempo estuvo el
lobo tranquilo en el santo asilo, sus bastas orejas los salmos
oían y los claros ojos se le humedecían. Aprendió mil gracias,
hacía mil juegos, cuando a la cocina iba con los legos, y cuando
Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle, iba por
el monte, descendía al valle, entraba a las casas y le daban algo
qué comer; mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó,
y el lobo dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció; tornó a la montaña y recomenzaron su aullido y su
saña, otra vez sintióse el temor, la alarma entre los vecinos y
entre los pastores, colmaba el espanto los alrededores, de nada
servían el valor y el arma, pues la bestia fiera, no dio tregua a su
furor jamás, como si tuviera, fuegos de Moloch o de
Satanás.
Cuando volvió al pueblo el
divino santo, todos le buscaron con quejas y llanto, y con mil
querellas dieron testimonio de lo que sufrían y penaban tanto por
aquel infame lobo del demonio. Francisco de Asís se puso severo, se
fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero y junto a su cueva
halló a la alimaña.
—En nombre del padre del sacro
universo,
¡conjúrote! —Dijo— oh lobo perverso
a que me respondas ¿porqué haz vuelto al mal?
¡Contesta, te escucho!
Como en sorda lucha habló el animal,
la boca espumosa, el ojo fatal:
—hermano Francisco, no te acerques mucho,
yo estaba tranquilo allá en el convento,
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía;
mas empecé a ver que en todas
las casas estaban: la envidia, la saña, la ira y en todos los
rostros ardían las brasas de odio, lujuria, infamia y
mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles,
ganaban los malos; hembra y macho eran como perro y perra y un
buen día todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies; seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran
mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas
estrellas y hermanos gusanos.
Y así me apalearon y me
echaron fuera y su risa fue como una agua hirviente, y entre mis
entrañas revivió la fiera y me sentí lobo malo derrepente, mas
siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender, a me alimentar,
como el oso hace, como el jabalí
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad;
vete a tu convento hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad.
El santo de Asís no le dijo
nada, lo miró con una profunda mirada y partió con lágrimas y con
desconsuelos. Habló al Padre eterno con su corazón, el viento del
bosque llevó su oración que era “padre nuestro que estás en los
cielos”.
Rubén
Darío.. |
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ÍNDICE
Soneto a una nariz.
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una nariz sayón y escriba,
Érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
Érase una alquitara pendativa,
Érase un elefante boca arriba,
Era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una
galera,
Érase una pirámide de Egipto,
Las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
Grandísima nariz, nariz tan fiera,
Que en la cara de Anás fuera delito.
Francisco de Quevedo.
ÍNDICE
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EL GAVILÁN Y
EL HOMBRE:
Suelta ese pollo, ¡maldito!
-dijo al gavilán el hombre- tu crimen no tiene nombre, cometes
un gran delito.
Pero el gavilán ahíto,
responde alzando la voz: -diga usted ¿qué es más atroz
-caballero concienzudo- comerse el pollo así crudo o cocido
con arroz? |
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ÍNDICE
REÍR LLORANDO.
Viendo a Garrick, actor de la
Inglaterra, el pueblo al aplaudirle le decía: —eres el más
gracioso de la tierra, y el más feliz, — y el cómico reía.
Víctimas de su esplín los
altos Loores, en sus noches más negras y pesadas, iban a ver al
rey de los actores y tornaban su esplín en
carcajadas.
Una vez, ante un médico
famoso, llegose un hombre de mirar sombrío, —sufro —le dijo, —un
mal tan espantoso, como esta palidez del rostro mío; nada me causa
encanto ni atractivo, no me importa mi nombre ni mi suerte, en un
eterno esplín, muriendo vivo, y es mi única ilusión la de la
muerte.
—Viajad y os distraeréis.
—Tanto he viajado. —Las lecturas buscad. —Tanto he
leído. —Que os ame una mujer, —si soy amado. —Un título
adquirid. —Noble he nacido. —Pobre ¿seréis quizás? —Tengo
riquezas. —¿De lisonjas gustáis? —Tantas escucho. —¿Qué tenéis
por familia? —Mis tristezas. —¿Vais a los cementerios? —Mucho...
mucho. —De vuestra vida actual, ¿tenéis testigos? —Sí, mas no dejo
que me impongan yugos, yo les llamo a los muertos: mis amigos y
les llamo a los vivos: mis verdugos. |
—Me
deja—agrega el médico—
perplejo, vuestro mal,
mas no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick podréis curaros.
—¿A Garrick?
—Sí a Garrick, la más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa,
todo aquel que le ve muere de risa,
tiene una gracia artística asombrosa.
—Y a mí, ¿me hará reír? —Ah
sí, os lo juro, él sí y nada más él, mas... ¿qué os inquieta? —Así,
—dijo el enfermo— no me curo, ¡YO SOY GARRICK! Cambiadme la
receta.
Cuantos hay que cansados de la
vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el
actor suicida, sin encontrar para su mal
remedio.
Si se muere la fe, si huye la
calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa, lanza a la faz, la
tempestad del alma, un relámpago triste; la
sonrisa.
El carnaval del mundo engaña
tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí, aprendemos a
reír con llanto y también, ¡a llorar con
carcajadas!
Juan de Dios
Peza. |
ÍNDICE
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Bajo la sombra de saúz
añoso, en un albergue rústico, apartado; se hallan: un joven de
naciente bozo, y un viejo descreído, mutilado.
Los surcos en la frente
marchitada, las escépticas frases que congelan, la irónica sonrisa
y la mirada, del viejo su pasado nos revelan.
El apuesto garzón, el casi
niño, con marcada humildad escucha atento al anciano, que lleno de
cariño le dice así con paternal acento.
Conque Adrés, vas a
partir, se torna el rapaz en hombre; bien, escucha y no te asombre
Andrés lo que vas a oír.
En el revuelto océano en
que fui náufrago un día, quiero que lleves por guía, la débil voz
del anciano.
No cual clérigo profundo,
evangelizarte anhelo, la virtud es flor del Cielo que se
marchita en el mundo.
No de ilusiones que halagan
te hablaré, ni de moral: quiero Adrés que no hagas mal, ni
dejes que te lo hagan.
Franklin dijo en parte alguna,
hablando del mundo que: lo que salva no es la fe, sino el no
tener ninguna.
No creas consejos ni apólogos,
busca siempre la verdad, la fe chico es necedad, que llaman
virtud los teólogos.
Yo no te aconsejo el vicio,
el que mal hace mal halla, quiero que vistas con malla tu
corazón tan novicio.
Y ya que tus tiernos años
están flacos de experiencia, escucha Andrés con paciencia, la
voz de los desengaños.
También locas ilusiones,
mi juventud conmovieron, y las que ilusiones fueron, son ya
viejas decepciones.
Por eso en estulta calma,
niego todo con cinismo, porque el torpe escepticismo, viento
es que congela el alma.
Tú vas a la corte, allí,
activo en tu bien rebúllete, consérvate, aséate, instrúyete y
vive Andrés para ti.
Obra mucho y cierra el labio,
que llega a su fin más pronto, con su actividad el tonto, que
con su pereza el sabio.
Es la Corte cosa brava,
todos mal de todos piensan, los enemigos comienzan donde la
nariz acaba.
Tú allí con muy buenos modos
sé expansivo, sé jovial; de todos piensa muy mal, pero habla
muy bien de todos.
Que mascarada completa es
la Corte que veo con asco, y sufre allí más de un chasco, quien no
toma su careta.
Allí el afeite es aseo,
sinceridad el cinismo, la locura, excentricismo, la adulación
galanteo.
Se le llama bueno al bobo,
se llama al miedo prudencia, se llama a la charla ciencia, se
llama finanza al robo.
Allí en duda haz de poner,
la castidad del beato, la mansedumbre del gato, la virtud de
la mujer.
Allí todo es falsedad,
vanidad de vanidades, allí abundan nulidades rellenas de
vanidad.
Todos quieren que su nombre,
a los hombres envanezca, y no hay hombre que merezca siquiera
llamarse hombre.
Que de aquella sociedad
llena de lodo y materia, es muy grande la miseria y mayor su
vanidad.
El hombre, tenlo presente,
en ese mundo hostigoso, hace un viaje muy penoso y no medra si
no miente.
|
Ese tránsito empalaga, que
molestan en el viaje, los ricos con su carruaje, los mendigos con
su plaga.
Y magüer* razón te
sobre, en la sociedad buen chico, evita el odio del rico, y la
intimidad del pobre.
Mas si das a la indigencia,
nunca la humilles cruel, no hagas de amarga hiel, el papel de
providencia.
Saber dar es gran virtud,
y dar sin tacto es locura, lo que se da sin finura, se acepta
sin gratitud.
Hay favores tan sin gracia,
que dejan huella sensible en el alma, y más horrible hacen
ellos la desgracia.
Hay muchos que dan los
suyo, por cálculo o vanidad, pero hijo esa caridad es la virtud
del orgullo.
Nunca des con mira doble,
porque el hombre desgraciado, es un objeto sagrado para quien
tiene alma noble.
La desgracia lenifica sin
esperar gratitud, porque Adrés la ingratitud, a la caridad
deifica.
Tus apuros si los tienes,
cuenta al que cuente reales, es decir, cuenta tus males sólo
al que los torne en bienes.
Nunca vistas con descuido,
porque en la Corte deshonra, más que una mancha en la honra,
una mancha en el vestido.
Tu lujo siempre modera, no
al lujo te entregues, no: mira que el lujo empezó con unas hojas
de higuera.
Cuida y no te faltará, da
poco y no se te olvide que quien da a todo el que pide, pide al
fin a quien no da.
Ten siempre el bolsillo a tasa
para que siempre algo sobre, porque Andrés el hombre pobre de
pobre hombre nunca pasa.
Del placer haz poco uso si
ilusión quieres tener, que abusando del placer, no hay placer en
el abuso.
Por si acaso en sueño cálido,
buscas de Marte la gloria, voy a contarte la historia a que
debo estar inválido.
Allá en mis años mejores,
se encendió lid fratricida, porque a mi patria querida plugo
cambiar de opresores.
Del patriotismo la flama
ardió en mi pecho de tierra, marché Andrés y en cruda guerra,
luché como perro en brama.
El éxito no fue malo,
vencimos a los traidores, y volví pisando flores, con una
pierna de palo.
Cubierto de gloria chico,
dejóme el gobierno cruel, ¿había de comer laurel como si fuera
borrico?
Otros con férvido arrojo,
la victoria celebraron; oro y destino pescaron y yo quedé
pobre y cojo.
Así es la guerra maldita,
a unos les da oropeles y carruajes y corceles y a otros las
piernas les quita.
Vengué yo ajenos agravios;
y al fin ¿qué saqué? ... desprecios. La guerra la hacen los necios
en provecho de los sabios.
No seas de los que combaten,
pero odia a los que se rindan: pues sacan más los que brindan
que los tontos que se baten.
A la guerra Andrés no vayas,
y sin luchar vencerás, porque un brindis vale más que el humo
de cien batallas.
*=manque,= aunque (del español
antiguo) |
Está la patria hecha trizas
con tanta gente malévola, y del brasero de Ecévola, no quedan
ya ni cenizas.
Es un loco temerario el
que anda entre los cañones, es mejor en los salones, esgrimir el
incensario.
Si por figurar te apuras,
lisonjea a los beneméritos; y fía más que de los méritos, de
tus buenas coyunturas.
No te oirán si no te encorvas,
ya que ellos tienen Andrés, las orejas en los pies, ten el
talento en las corvas.
Para que a ciegas no andes,
te aconsejo por mi nombre, dejes tu grandeza de hombre con
todos los hombres grandes.
La dignidad no conviene,
ni la honradez hijo de Eva; quien no adula no se eleva, el que
no es vivo no tiene.
Si no estás en gran bonanza,
no busques Andrés mujer, el pobre ha de mantener, solamente la
esperanza.
El amor es gran locura, y
el bendito matrimonio, lazo que tiende el demonio, y convierte en
soga el cura.
El consorcio en conclusión
para el pobre es grave mal, y su tálamo nupcial, túmulo es de
su ilusión.
Nunca el marido descansa y
sus sacrificios crecen, pero ellos no se agradecen, porque con
ellos no alcanza.
Tú pondrás del Ara encima,
tu independencia sin juicio, y ese inmenso sacrificio ninguna
mujer lo estima.
Es feliz quien por
fortuna, mujer buena tiene Andrés, pero más dichoso es el que
no tiene ninguna.
Amor es mentida flama, la
gratitud no parece, sólo Andrés una madre ama y sólo un perro
agradece.
Mas si tú afectos deseas,
te lo digo con dolor, cree hasta en el mismo amor, pero en la
amistad no creas.
Con experiencia lo digo,
Andrés, consérvalo impreso: un libro, un perro y un peso,
forman el completo amigo.
Los que el mundo desconocen,
dicen sobrino: que es fama; que en la cárcel y en la cama, los
amigos se conocen.
En cualquier situación seria,
habrá número importuno de amigos; mas no habrá uno cuando
estés en la miseria.
La amistad es falso cobre,
la amistad, óyelo chico: forman la ilusión del rico, y el
desengaño del pobre.
La amistad en conclusión,
la amistad tenlo presente, es tan sólo un accidente del oro o
la posición.
Quien fuere en la vida cero,
no tendrá un amigo Andrés, si el dinero amigo es, sé amigo tú
del dinero.
Mejor que un peso, ten dos;
no hagas mal por egoísmo, y duda hasta de ti mismo: vete y
bendígate Dios.
Un instante después por el
camino, triste a un jinete galopar se vía, y un viejo de mostacho
blanquecino, con la vista al jinete perseguía.
Cuando ni el polvo que el
corcel alzara pudo el viejo mirar, sintió que ardiente gota de
llanto resbaló en su cara, y suspirando doblegó la
frente.
—¿Y qué será de ti? —Clamó el
anciano— tu incierto porvenir ¿por qué me altera? Vete a luchar
con ese mundo insano, vete a sufrir la suerte que te espera.
La lucha con el mundo no te
asombre, que hombre no es el que luchar no sabe, porque nació para
luchar el hombre, como nació para volar el ave.
Jamás el hombre del destino
obscuro, el negro velo levantar espere. Envuelto entre la sombra
está el futuro; ¡el hombre es lo que la suerte quiere! [aunque la
mayor parte se lo debemos a la suerte; tiene más el que pone algo de su
parte]
Antonio
Plaza.
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Es la
vida risa y llanto;
y los hombres a fe mía,
son locos que en romería,
marchan hacia el camposanto.
Y veo con placer profundo
que los cuerdos son tan pocos; que es un
hospital de locos, todo el ámbito del
mundo.
Si a tanto loco perverso
tratáramos de encerrar; preciso era circundar de muros el
Universo.
En las necias bataholas
del mundo que tanto miente; la gente empuja a la gente como a
las olas, las olas.
Cada edad ¡Oh contrtiempo!
A quien la tierra se traga; es una onda que se apaga sobre los
mares del tiempo.
Porque la vida en verdad,
del hombre reptil reacio; es burbuja en el espacio, es nada en
la eternidad.
Y la historia,
ese vestiglo,
sólo enseña por mi nombre: que el hombre
el lobo del hombre y un siglo plagia a otro
siglo.
Hoy como antes diviniza lo
absurdo el hombre, ¡qué horror! Y cuando cambia de error, sueña
que se civiliza.
Entre brumas tenebrosas
los errores siempre imperan;
y aquí más cambios se operan
de
palabras que de cosas.
Lo absurdo
con lo divino confunde el hombre a su turno; y si derriva a
Saturno, eleva a San Saturnino.
Siempre necio ha sido el
hombre, y desde que el hombre existe;
politeísmo, subsiste,
bajo diferente nombre. |
La
humanidad con su idea de progreso poco avanza; que en su torpe
contrandanza, no marcha, se bambolea.
Yo diré a quien me pregone:
el "derecho de los Reyes" o que: "el pueblo dé sus leyes": “toda autoridad
se impone”.
En vano las gentes chocan
por sistemas “Voto a Febo”; cuando lo viejo es lo nuevo y los
extremos se tocan.
“Nihil sub sole
novum” dijo, no quiero acordarme quién; pero a fe que dijo
bien y no slotó un acertijo.
En la vida, todo es nada,
sueño es el goce y la pena; porque la vida es cadena a la
tumba eslabonada.
Es un
carnaval, reímos pero al expirar las luces; entre tumbas y
entre cruces, bajo la tierra dormimos.
El mundo en fin, es sendero,
que transitar da coraje; y guay del que emprende el viaje
desprovisto de dinero.
Porque todos pasan sobre
el pobre. Vil interés
impera en la tierra es
mejor ser perro que pobre.
-
Al
rico todo se humilla, el pobre es menos que perro; y todos ante el
becerro de oro doblan la rodilla.
La seda es más que el
estambre, la plata mejor que el cobre y todos huyen del pobre,
el pobre no es hombre, el hambre.
En este mundo fullero
donde todo se remata; más vale un Judas de plata que un
crucifijo de acero.
|
Para el pobre no hay placer,
no hay amigos, no hay esposa; en el mundo no hay más cosa, que
tener o no tener.
Los que con gran desparpajo
nos dan amistad no esquiva; se ofenden si está uno arriba, se
alegran si está uno abajo.
El matrimonio es materia
de cálculo y de afección; lazo que ata la ilusión lo desata la
miseria.
La
sociedad es convite en que al pobre dicen: vete; y en tan risible
sainete es un ridículo mite.
Al pobre le importa un mico,
monarca o federación; siempre es carne de cañón, siempre es el
burro del rico.
¿Os place ser libre? ¡Bravo!
Procurad que el oro sobre; porque nunca es libre el pobre y
nunca el rico es esclavo.
El que roba con trompeta y
asesina oficialmente; gloria alcanza entre la gente que lo adula y
lo respeta.
¡Oh! Cuántos de esos señores
que bastón de mando oprimen; por el camino del crimen
han llegado a los honores.
¿Qué es un héroe en su
grandeza? Ídolo de sangre lleno; cuyo pedestal de cieno, viene
a lamer la bajeza.
Vive pobre aún siendo honrado,
quien no sabe audaz mentir; porque más vale vivir
ignorante que ignorado.
Aunque el hombre nazca probo,
muere pillo, no os asombre; porque el hombre educa al hombre
como el lobo educa al lobo.
En suma el mundo ruín,
siempre ha sido y es comedia; y si Dios no lo remedia, comedia
será hasta el fin.
Antonio
Plaza.
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ASONANCIAS.
Sabedlo soberanos y vasallos,
próceres y mendigos,
nadie tendrá derecho a lo superfluo,
mientras
alguien carezca de lo estricto.
Lo que llamamos caridad y
ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo,
el resultado del deber escrito.
Y la equidad se sentará en el
trono
de que huya el egoísmo,
y a la ley del embudo que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.
Salvador Díaz
Mirón.
ÍNDICE
A GLORIA.
No intentes convencerme de torpezas, con los
delirios de tu mente loca, mi razón es al par: luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.
Semejante al nocturno peregrino, mi esperanza inmortal
no mira al suelo, no viendo más que sombra en el camino, sólo
contempla el esplendor del Cielo.
Vanas son las imágenes que entraña tu espíritu
infantil, santuario oscuro; tu numen cono el oro en la montaña es
virginal y por lo mismo, impuro.
En medio de este vórtice que crispa, y ávido de
brillar, vuelo o me arrastro; oruga enamorada de una chispa, o
águila seducida por un astro.
Inútil es que con tenaz murmullo, exageres el lance en
que me enredo; yo soy altivo, y el que alienta orgullo, lleva un
broquel impenetrable al miedo.
|
Fiado en el instinto que me empuja, desprecio los
peligros que señalas; el ave canta aunque la rama cruja, como que
sabe lo que son sus alas.
Erguido bajo el golpe en la porfía, me siento superior
a la victoria; tengo fe en mí, la adversidad podría quitarme el
triunfo, pero no la gloria.
Deja que me persigan los abyectos, quiero atraer la
envidia aunque me abrume; la flor en que se posan los insectos, es
rica de matiz y de perfume.
El mal es el teatro en cuyo foro, la virtud, esa
trágica, descuella; es la sibila de palabra de oro, la sombra que
hace resaltar la estrella.
Alumbrar es arder, estro encendido será el fuego voraz
que me consuma; la perla nace del molusco herido, y Venus nace de
la amarga espuma.
|
Los claros timbres de que estoy ufano, han de salir de
la calumnia ilesos; hay plumajes que cruzan el pantano y no se
manchan; mi plumaje es de esos.
Fuerza es que sufra mi pasión, la palma crece a la
orilla que el oleaje azota; el mérito es el náufrago del alma:
vivo se hunde pero muerto flota.
Depón el ceño y que tu voz me arrulle, consuela el
corazón del que te ama; Dios dijo al agua del torrente: bulle, y
al lirio de la margen: embalsama.
Confórmate mujer, que hemos venido a este valle de
lágrimas que abate, tú como la paloma: para el nido y yo como el
león: para el combate.
Salvador Díaz
Mirón.
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COBARDE.
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|
COBARDE.
Raudo el buque navega en la
toldilla, fuma impasible el capitán negrero; por la abierta
escotilla, sube murmullo ronco y plañidero, que el sollozo semeja
de mil bestias humanas: es el ébano vivo que se queja al dejar las
llanuras africanas.
Y mientras gime abajo el
cargamento, y a merced de las olas y del viento, navega el barco
por la mar bravía: —que nos relate el capitán un cuento, — pide a
voces la audaz marinería.
¿Una historia pedís? Ahí va la
mía, —el negrero exclamó— si por mi alarde de arrojo temerario
habéis creído que, cual valiente soy, ¿valiente he sido? Grande
fue vuestro error: yo fui un cobarde.
|
Yo fui un cobarde sí, porque
yo amaba,
con la ternura de la edad primera, a una mujer que infame
me engañaba; y la amaba frenético, la amaba como ama a sus
cachorros la pantera.
No sé si su adulterio o mi cariño,
la hicieron concebir un tierno niño, mas sé que entre la
madre y el hijuelo, tanta dicha gocé, tanta ventura, que a deciros
verdad me figuraba que casi comprendía lo que era el
Cielo.
Breves fueron mis cándidos
amores, breve mi dicha fue, breve mi calma y al saber la traición
de los traidores, sentí del infierno los horrores, dentro del
corazón, dentro del alma.
|
A mi rival deshice a
machetazos, y antes de herir a la que impía rompió de amor los
bendecidos lazos, el arma se detuvo, que en los brazos de la mujer
culpable sonreía el pequeñito débil e inocente, y no quise manchar
su tersa frente, y de pueril ternura haciendo alarde, por no dejar
sin madre al pequeñuelo a la infiel perdoné como un
cobarde.
J. M. Blanco
Belmonte. |
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RETO.
Si porque
a tus plantas ruedo como un ilota rendido, y una mirada te pido
con temor, casi con miedo: si porque ante ti me quedo estático
de emoción, ¿piensas que mi corazón se va en mi pecho a romper
y que por siempre he de ser esclavo de mi
pasión?
|
Te equivocas te equivocas,
fresco y fragante capullo, yo quebrantaré tu orgullo como el
minero las rocas.
Si a la lucha me provocas,
dispuesto estoy a luchar; tú eres espuma; yo mar, que en sus
cóleras confía: me haces llorar, pero un día yo también te haré
llorar.
|
Y entonces cuando rendida
ofrezcas toda tu vida; perdón pidiendo a mis pies. Como mi
cólera es infinita en sus excesos, ¿sabes tú lo que haría en esos
momentos de indignación? Arrancarte el corazón para comérmelo
a besos.
Julio
Flores. |
ÍNDICE
LIBERACIÓN.
Ya me cansan de tu amor los lazos, y del fuego de tu
boca los excesos, la &%$da me lleva con tus besos, tus amores, tus citas y
tus abrazos.
Antes era un p&n$ejo que a tus plantas soportaba tus burlas neciamente,
ahora soy un titán que se levanta para ca&)%me en tu ch%g$da frente.
¿Que me odias dices? Ódiame si quieres una ch%g$da de tu amor yo necesito; que
un c?&o entre tantísimas mujeres no ha de faltar a mi pelado p&%o·
¿...?
. ÍNDICE
EL CRISTO DE MI CABECERA
Cuando estaba solo, solo en mi cabaña
que construí a la vera de la audaz montaña cuya cumbre ha siglos
engendró el anhelo de romper las nubes y tocar el Cielo, cuando
sollozaba con el desconsuelo de que mi pastora más que nunca huraña
de mi amor al grito nada respondía, cuando muy enfermo de
melancolía una voz interna siempre me decía que me moriría si
su almita blanca para mi no fuera; le rezaba al Cristo de mi cabecera,
porque me quisiera, porque me
quisiera.
Cuando nos unimos con
eternos lazos y la pobrecita me tendió sus brazos y me dio sus
besos y alentó mi fe, cuando en la capilla de la virgen pura nos
bendijo el cura
|
y el encanto vino y el
dolor se fue, cuando me decía loca de alegría que su vida toda
para mí sería
pase lo que pase fuera
lo que fuera, le rezaba al Cristo de mi cabecera, porque
prolongara nuestra primavera, porque prolongara nuestra
primavera.
Cuando sin amparo me
dejó en la vida y en el pobre lecho la miré tendida, cuando até
sus manos que mostraban una blanca y apacible palidez de luna, y
corté su hermosa cabellera bruna que en el fondo guardo de mi viejo
arcón, cuando con el alma rota en mil pedazos delicadamente la
tomé en mis brazos para colocarla dentro del cajón, cuando muy
enfermo de melancolía una voz interna siempre me decía
|
que ya nada nada me
consolaría pase lo que pase fuera lo que fuera, le rezaba al Cristo
de mi cabecera por que de mis duelos compasión tuviera, porque de
mis duelos compasión tuviera.
Hoy que vivo solo, solo
en mi cabaña que construí a la vera de la audaz montaña cuya
cumbre ha siglos engendró el anhelo de romper las nubes y besar el
Cielo, hoy que por la fuerza del dolor vencido busco en el
silencio mi rincón de olvido, mustias ya las flores de mi primavera,
triste la esperanza y el encanto ido, rota la quimera, muerta la
ilusión; ya no rezo al Cristo de mi cabecera, ya no rezo al Cristo
que jamás oyera, los desgarramientos de mi corazón.
Rubén C.
Navarro. |
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ÍNDICE
PORQUÉ ME ALEJÉ DEL
VICIO.
No es por hacerles desaigre,
es que ya no soy del vicio, astedes mi lo perdonen pero es
qui'hace más de cinco años que no bebo copas anqui'ande con los
amigos.
¿Que si me cuadran?
Rite'harto, pa'que di'acerme'l santito, he sido rite borracho
como pocos lo haigan sido per'ora si ya no
tomo manque me lleven los pingos.
Desd'iantes que me casara,
encomencé con el vicio, y a luego ya de casados, también le
tupí macizo.
Probesita de mi vieja,
siempre tan güena conmigo, por más que l'ice sufrir, nunca me
perdió el cariño.
Era una santa la prove y
yo con ella un endino, nomás pa que no sufriera, llegué a quitarme
del vicio.
Pero poco duró el gusto,
la de malas se nos vino y una nochi redepente, quedó como un
pajarito.
|
Dicen que jué’l corazón,
yo no sé lo qui'haiga sido, pero siento en la concencia, que
jué mi vicio cochino el qu'izo que nos dejara solitos a mí y a
mhijo, un chilpayate güerfanito a ledá que más le falta la
madre con el cariño.
Me sentí disesperado, de
verme solo con mhijo, provesita la criatura, mal cuidado y mal
vestido, siempre solo y ricordando el ángel que via perdido.
Entonces pa no pensar,
golví a darle recio al vicio porque poniéndome chuco, me
jallaba mas tranquilo, y cuando yastaba briago y casi juera del
juicio, parece que mi dejunta taba allí junto
conmigo.
Al salir de mi trabajo,
miba yo con los amigos, y a luego ya medios chiles, mercaba yo
harto refino y regresaba a mi casa donde miaguardaba mhijo, y
allí duro trago y trago hasta ponerme bien pinto.
|
Y ahistaba la tarugada,
ya indinantes les he dicho que lueguito via mi vieja que
llegaba a hablar conmigo, y encomenzaba a decirme cosas de muncho
cariño y yo a contestar con ella como si juera dialtiro cierto
lo qui estaba viendo.
Y en tan mientras que mhijito
se abrazaba a mí asombrado diciéndome el probe niño —¿donde
está mi mamacita? Dime ondestá papacito, ¿es verdad que ti está
hablando? ¿Cómo es que no la deviso? —Pos ¿qué no la ve tarugo?
Vaya que lihaga cariños— y el probecito lloraba y pelaba sus
ojitos buscando rite asustado aquella a quien tanto
quiso.
Una nochi al regresar de
estarle dando al oficio, llego y al abrir la puerta ¡hay siñor lo
que deviso! Hecho bolas en el suelo, taba tirado mhijito, risi
risa como un loco y pegando chicos gritos.
|
—¿Qué te pasa? ¿Qué sucede?
¿Te haz güelto loco dialtiro?- Pero entonces en la mesa vide el
frasco del refino que yo bia dejado lleno, enteramente vacío.
Luego luego me dí cuenta y
me puse rite muino. ¿Qué haz hecho itzcuintle malvado? ¡Ya bebites
el refino! Pa quiaprendas a ser güeno, voy a romperte el
hocico.
Entonces con muncho susto
que lhice golver al juicio y con una voz diangustia que no he
diolvidar me dijo.
—No me pegues, no me pegues,
no soy malo papacito. Jue pa ver a mi mamita como cuando habla
contigo, pa que me diera besitos y mhiciera hartos
cariños.
Desdintonces ya no bebo
onqui ande con los amigos, no es por hacerles desaigre, es que
ya no soy del vicio, y cuando pienso rajarme porque siento el
gusanito de beberme alguna copa, nomás miacuerdo de mhijo, y
entonces sí ya no bebo manque mi lleven los pingos.
Carlos Rivas
Larraui. |
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DOLCE FARNIENTE.
Feliz yo que tendido boca
arriba, sin amo sin mujer sin nada de eso; ni me duelo de Job ni
envidio a Creso, ni me importa que el Diablo muera o
viva.
Indiferente a lo que el docto
escriba, en holganza constante me esperezo, y después de roncar,
canto el bostezo, y después de cantar, Morfeo me
priva.
Aquella maldición que Adán nos
trajo, de que “al hombre le sude hasta su lomo para comer un poco
de tasajo”;
por una chanza del Señor la
tomo; que si yo he de comer de mi trabajo, entonces, la verdad...
¡mejor no como!
Antonio
Plaza. |
PARA ENTONCES.
Quiero morir al declinar el
día, en alta mar y con la cara al Cielo, donde parezca un sueño la
agonía y el alma un ave que remonta el
vuelo.
No escuchar en mis últimos
instantes, ya con el Cielo y con el mar a solas:
más voces ni plegarias sollozantes,
que el majestuoso tumbo de las
olas.
Morir cuando la luz triste
retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que
lento expira: algo muy luminoso que se pierde.
Morir y joven antes que
destruya, el tiempo aleve, la gentil corona; cuando la vida dice:
—aún soy tuya— aunque sepamos bien que nos
traiciona.
Manuel Gutiérrez
Nájera. |
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ANTE UN CADÁVER.
Y bien, aquí estás ya,
sobre la plancha, donde el gran horizonte de la ciencia, la
extensión de sus límites ensancha.
Aquí donde la rígida
experiencia viene a dictar las leyes superiores a que está
sometida la existencia.
Aquí donde derrama sus
fulgores ese astro a cuya luz desaparece la distinción de esclavos
y señores.
Aquí donde la fábula enmudece,
y la voz de los hechos se levanta y la superstición se
desvanece.
Aquí donde la ciencia se
adelanta a leer la solución de ese problema, cuyo sólo enunciado
nos espanta.
Ella que tiene la razón por
lema, y que en tus labios escuchar ansía, la augusta voz de la
verdad suprema.
Aquí estás ya tras de la lucha
impía, donde vencer al cabo conseguiste, la cárcel que al dolor te
retenía.
La luz de tus pupilas ya no
existe, tu máquina vital descansa inerte y a cumplir con su objeto
se resiste
—¡Miseria!— Y nada más dirán al verte, los que creen
que el imperio de la vida, acaba donde empieza el de la
muerte.
Y suponiendo tu misión
cumplida, se acercarán a ti y en su mirada, te mandarán su eterna
despedida.
|
Pero no; tu misión no está
acabada: que no es la nada el punto en que nacemos ni el punto en
que morimos es la nada.
Círculo es la existencia, y
mal hacemos cuando al querer medirla le asignamos la cuna y el
sepulcro por extremos.
La madre es sólo el molde en
que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata
vida atravesamos.
Pero ni es esa forma la
primera que nuestro ser reviste, ni tampoco será su última forma
cuando muera.
Tú sin aliento ya, dentro de
poco,
vlverás a la tierra y a su seno
que de la vida universal es foco.
y allí a la vida en
apariencia ajeno,
el poder de la lluvia y del verano,
fecundará de gérmenes tu cieno.
Y al ascender de la raíz al
grano, irás del vegetal a ser testigo en el laboratorio
soberano.
Par volver quizás, cambiado en
trigo, al triste hogar, donde la triste esposa, sin encontrar un
pan sueña contigo.
En tanto que, las grietas de
tu fosa, verán alzarse de su fondo abierto, la larva convertida en
mariposa.
Que en los ensayos de su vuelo
incierto, irá al lecho infeliz de tus amores, a llevarle tus
ósculos de muerto.
Y en medio de esos cambios
interiores, tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de
pensamientos dará flores.
En cuyo cáliz brillará
escondida, la lágrima quizás conque tu amada, acompañó el adiós de
tu partida. |
La tumba es el final de la
jornada, porque en la tumba es donde queda muerta, la llama en el
espíritu encerrada.
Pero en esa mansión a cuya
puerta, se acaba nuestro aliento, hay otro aliento que de nuevo a
la vida nos despierta.
Allí acaban la fe y el
pensamiento, allí acaban los goces y los males, allí acaban la
fuerza y el talento.
Allí acaban los lazos
terrenales, y fundidos el sabio y el idiota, se hunden en la
región de los iguales.
Pero allí donde el ánimo se
agota, y perece la máquina, allí mismo, el ser que muere es otro
ser que brota.
El poderoso y fecundante
abismo, del antiguo organismo se apodera, y forma y hace de él
otro organismo.
Abandona a la historia justiciera, un nombre
sin cuidarse, indiferente de que ese nombre se eternice o muera.
Él recoge la masa únicamente,
y cambiando las formas y el objeto, se encarga de que viva
eternamente.
La tumba sólo guarda un
esqueleto, mas la vida en su bóveda mortuoria, prosigue
alimentándose en secreto.
Que al fin de esta existencia
transitoria, a la que tanto nuestro afán se adhiere, la materia
inmortal como la Gloria, cambia de formas pero nunca
muere.
Manuel
Acuña.
|
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DORMID TRANQUILOS.
Dormid tranquilos hermanitos míos,
dormid tranquilos padres algo viejos,
porque el hijo mayor vela en su
cuarto,
sobre la casa y el reposo vuestro.
Estoy despierto y escuchando todos
los ruidos de la noche y del silencio,
el suave
respirar de los dormidos,
alguno que se da vuelta en el lecho,
una media
palabra de aquel otro
que sueña en alta voz, el pequeñuelo
que se
despierta siempre a media noche
y la tos del hermano que está
enfermo.
Hay que educar a los hermanos
chicos,
y aseguraros días bien serenos
para la ancianidad oh padre y
madre:
dormid tranquilos que yo estoy despierto.
Baldomero Fernández Moreno.
.
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EL BRINDIS DEL BOHEMIO.
En torno de una mesa de
cantina, una noche de invierno, regosijadamente departían seis
alegres bohemios.
El eco de sus risas se escapaba y de aquel barrio quieto, iban a
interrumpir el imponente y profundo silencio.
El humo de olorosos cigarrillos que en
espirales se elevaba al cielo, representando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.
Era curioso ver aquel conjunto, aquel
grupo bohemio del que brotaba la palabra chusca, la que vierte
veneno, lo mismo que melosa y delicada la música de un
verso.
A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo y nueva inspiración llegaba a
todos los cerebros con el idilio roto que venía en alas del
recuerdo.
Pero en todos los rostros había risas,
inspiración en todos los cerebros, y repartidas en la mesa
copas pletóricas de ron, whisky o ajenjo.
Olvidaba decir que aquella noche, aquel
grupo bohemio celebraba entre risas, libaciones, chascarrillos y
versos, la agonía de un año que amarguras dejó en todos los
pechos, y la llegada, consecuencia lógica, del feliz año
nuevo.
Una voz varonil gritó de pronto. —¡Las
doce, compañeros! Digamos el requiescat por el año que ha pasado a
formar entre los muertos, brindemos por el año que comienza,
porque nos traiga ensueños y porque no sea su equipaje un
cúmulo de amargos desconsuelos.
—Yo brindo —dijo otra voz— por la
esperanza; que a la vida nos lanza a vencer los rigores del
destino, por la esperanza, nuestra dulce amiga que las penas
mitiga y convierte en vergel nuestro camino.
Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia esgrimiendo en mi frente mi venganza,
si en mi Cielo de tul: limpio y divino, no alumbrara mi sino
una pálida estrella: mi esperanza.
|
—¡Bravo! —Exclamaron todos— inspirado
esta noche haz estado: hablaste breve, bueno y substancioso. El
turno es de Raúl, alce su copa y brinde... Por Europa, ya que su
extrangerismo es delicioso.
—Bebo y brindo —clamó el interpelado—
brindo por mi pasado que fue de amor, de luz y de alegría y en
el que hubo mujeres seductoras y frentes soñadoras que se juntaron
con la frente mía.
Brindo por el ayer, que en la amargura
que hoy cubre de negrura, mi corazón esparza sus consuelos,
trayendo hasta mi mente las dulzuras de goces, de ternuras, de
dichas, de delicias, de desvelos.
—Yo brindo —dijo Juan— porque en mi mente
brote un torrente de inspiración divina y seductora, porque
vibre en las cuerdas de mi lira: el verso que suspira, que sonríe,
que canta, y que enamora.
Brindo porque mis versos cual saetas:
lleguen hasta las grietas formadas de metal y de granito: del
corazón de la mujer ingrata que a desdenes me mata; pero que tiene
un cuerpo muy bonito.
Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto sus manos que me causan embelesos,
porque con creces mi pasión me pague, vamos... porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.
Siguió la tempestad de frases vanas, de
aquellas tan humanas que hallan en todas partes acomodo y a cada
frase de entusiasmo ardiente, hubo ovación creciente y libaciones
y reír y todo.
Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores que hacen un valladar de una ventana, y
por esas pasiones voluptuosas, que el fango del placer cubre de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.
Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro de noble corazón y gran cabeza; de aquel
que sin ambages declaraba que sólo ambicionaba robar la
inspiración a la tristeza. |
Por todos estrechado alzó su copa,
frente a la alegre tropa desbordante de dicha y de contento,
los envolvió en la luz de su mirada, sacudió su melena alborotada
y dijo así con inspirado acento.
—Brindó por la mujer, mas no por esa en
la que halláis consuelo en la tristeza rescoldo del placer;
desventurados. No por esa que os brinda sus hechizos cuando besáis
sus rizos artificiosamente perfumados. Yo no brindo por ella
compañeros, siento por esta vez, no complaceros, brindo por la
mujer pero por una: por la que me brindó sus embelesos y me
envolvió en sus besos, por la mujer que me arrulló en la
cuna.
Por la mujer que me enseñó de niño, lo
que vale el cariño exquisito, profundo y verdadero, por la mujer
que me arrulló en sus brazos y que me dio en pedazos uno por uno
el corazón entero.
Por mi madre bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana como en algo muy dulce y muy deseado
porque sueña talvez que mi destino me señale el camino por el
que pronto volveré a su lado.
Por la anciana adorada y bendecida, por
la que con su sangre me dio vida y ternura y cariño; por la que
fue la luz del alma mía y lloró de alegría sintiendo mi cabeza en
su corpiño.
Por ella brindo yo, dejad que llore y
en lágrimas desflore esta pena letal que me asesina dejad que
llore por mi madre ausente, por la que llora y siente que mi
ausencia es un fuego que calcina.
Por la anciana infeliz que gime y llora
y que del Cielo implora que vuelva yo muy pronto a estar con ella,
por mi madre bohemios, que es dulzura vertida en mi amargura y
en esta noche de mi vida... estrella.
El bohemio calló. Ningún acento profanó
el sentimiento nacido del dolor y la amargura; y pareció que sobre
aquel ambiente flotaba inmensamente, un poema de amor y de
ternura.
Guillermo Aguirre y
Fierro. |
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EN PAZ.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque
nunca me diste ni esperanza fallida
ni trabajos injustos ni pena
inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo
camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las
mieles o la hiel de las cosas,
fue que en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando sembré rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el
invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda,
largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi
faz.¡
Vida nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Amado Nervo.
MADRIGAL.
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay! Tormentos rabiosos.
Ojos claros, serenos...
ya que así me miráis,
¡miradme al menos!
Gutierre de Cetina.
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MANELIC.
Como una cabra arisca bajó de su montaña, de su
montaña que era salvajemente huraña como su espíritu hecho a las bravas
alturas, como su cuerpo en donde dejaron huellas duras: el sol de
fuego, el soplo de las tormentas locas y mordidas de lobos y arañazos
de rocas.
Bajó de los picachos a la llanura un día, allá dejó el
rebaño, la choza, la jauría, los agrios vericuetos, las claras
soledades dominio de las águilas y de las
tempestades.
Arriba dejó todo cuanto su vida era, y con un dulce
sueño dentro del alma fiera, vino a la tierra baja, la tierra
misteriosa que miraba de lo alto como una vaga cosa que no le era
dado conocer hasta cuando bajase por la amada, que le estaba
esperando.
¡La amada, la hembra llena de suavidad, aquella que él
miraba en las noches temblar en cada estrella, a la que luego en sueños
como una luz veía, y que en el sol brillaba al despertar el día;
aquella en que pensaba sin tregua, año tras año, viendo cómo en los
riscos se ayuntaba el rebaño y cómo en el silencio del monte
adormecido, las águilas buscaban el calor de su
nido!
Y así vibrante bajo las pieles de su sayo, su ser quizás
engendro de una cumbre y de un rayo, ingenuo, primitivo, enamorado y
fuerte, el pastor bajó un día de cara hacia la
suerte.
¡Y allí, en la tierra baja, en la tierra del amo,
Manelic halló cruda decepción al reclamo de un amor que él quería
nuevo, fértil y suyo, suyo nomás, alegre como un temprano arrullo de
tórtola, como eco de canción, un cariño como un regazo donde durmiese
como un niño!
Y supo que allí lejos de los hoscos
rediles que dejó en la montaña, los hombres eran viles, más viles y
traidores que las malas serpientes que abajo se arrastraban lo mismo
que las gentes.
¡Y supo que su amo, el amo que le daba la mujer que allá
arriba como un cielo soñaba, era más vil que todos y que también
mentía, y que era como un lobo, que robaba y
huía! |
¡Supo algo más horrible: la mujer de su sueño era del
amo. El amo era el único dueño de todo: de la tierra, del amor, de la
vida; era sólo un siervo, la bestia escarnecida, una cosa... un
pedazo de carne esclavizada, sin derechos, sin honra, sin amor y sin
nada!
Entonces, entre el asco de toda la mentira, de toda la
cruel befa del mundo, sintió ira, ira trágica y noble de león
provocado que se ha dormido libre y despierta enjaulado. Y oyó que
de él reían como de simple y bobo, ¡de él!, que igual que a un hombre
estrangulaba a un lobo.
¡ No pudo más! Y un día se alzó contra el tirano y le
arrancó la vida. ¡Con su plebeya mano se hizo justicia el siervo!...
¡todos enmudecieron ante el soberbio triunfo, y estupefactos vieron
cómo el pastor hirsuto, la brava bestia huraña! ¡Con su mujer en
brazos se volvió a su montaña!
¡Oh Manelic! ¡Oh plebe que vives sin conciencia de tu
vida oprobiosa, que arrastras la existencia dócil al yugo innoble, que
adormeces tu alma de hierro, en el marasmo de ignominiosa calma!
¡Oh carne santa y pura del pueblo!, carne abierta bajo el golpe
del látigo infamador: ¡despierta!
¡Cuando entre la impudicia de los hombres te
sientas, cuando en tu pecho el odio desate sus tormentas, cuando
todo te nieguen y te insulte el orgullo levántate, y exige que te den
lo que es tuyo! Levántate. ¡Tú eres la Fuerza y el Derecho! ¡Si te
estrujan la vida, si te infaman el lecho, si te pagan la honra con
mezquino mendrugo, no envilezcas de miedo soportando al
verdugo!
¡No lamas como un perro la mano que te ata! Haz pedazos
los grillos, y si te asedian, ¡mata! No temas nada y hiere, porque Dios
es tu amigo y por tu brazo a veces desciende su castigo. ¡Que la
soberbia aleve halle tu brazo alerta, que a veces es justicia que la
sangre se vierta!
¡Oh Manelic! ¡Oh plebe que vives en la altura! ¡Ven a la
“tierra baja”, desciende a la llanura, y cuando aquí te arranquen en
miserable robo tu ilusión, que tus manos estrangulen al lobo! ¡Que
lo fulmine el rayo que vibra en tus entrañas, y después con lo tuyo,
regresa a tus montañas!
Antonio Médiz
Bolio. |
ÍNDICE
NO CLAUDIQUES.
Si en la lid el destino te derriba,
si en tu camino todo es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia insatisfecha,
si hay inmensa faena y ruin cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques;
¡DATE UNA TREGUA, PERO NO CLAUDIQUES!
(fragmento)
Rudiard Kypling
NO CLAUDIQUES
Cuando vayan mal las cosas, como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino, solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír cuando tengas que llorar.
Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir
cuando ofrezca tu camino solo cuestas que subir,
cuando ya el dolor te agobie y no puedas ya sufrir
descansar acaso debes pero nunca desistir.
Tras las sombras de la duda, ya plateadas ya sombrías
puede bien surgir el triunfo, no el fracaso que temías,
y no es darle a tu ignorancia figurarse cuan cercano
puede estar el bien que anhelas, y que juzgas tan lejano
lucha, lucha pues por mas que tengas en la brega que
sufrir
cuando todo este peor, mas debemos insistir.
Rudyar Kipling
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JUSTICIA.
Todo hombre es un
pecador Fuerza es convenir en ello: . No hay hombre que en su
interior no esté con la soga al cuello.
Anónimo.
Ceñudo y calenturiento, sacudo la
frente fiera, como si así consiguiera ¡apartar el pensamiento!
|
Pero altivo en mi tormento,
miro al tiempo que pasó, que las faltas en que yo, frágil como
hombre incurrí: podrán afligirme, sí; pero avergonzarme,
¡no!
Dicen que todo mortal,
hasta el que lleva la palma, es por fallo de su alma, un
condenado al dogal.
|
Mas no tiene suerte igual,
la púrpura y el andrajo, cuando el culpable no es bajo, es
menos vil su sentencia; por eso yo en mi conciencia, reclamo el
hacha y el tajo.
Salvador Díaz
Mirón. |
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CULTIVO UNA ROSA BLANCA.
Cultivo una rosa blanca,
en junio como
en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca;
mas para el
cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardos ni ortigas
cultivo...
cultivo una rosa blanca.
José Martí
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CRÁPULA.
I Dadme vino, barajas
y mujeres, porque la vida se me va acabando; quiero reír en
báquicos placeres, porque estoy con el lama sollozando; quiero
soñar con Capua y con Citeres, que me está la razón asesinando:
quiero con el licor beber la vida, quiero burlarme de mi fe
perdida.
II Quiero beber,
estoy desfallecido, mi corazón leproso se entume; cuanto puede
sufrirse yo he sufrido; dejad que el vino mi cabeza abrume, que en
la crápula estúpida mi olvido de la vida real que me
consume: dejad, dejad que
cínico beodo, pierda al fin la razón quien perdió
todo.
III Creí que
mi ilusión era posible, pero hallé entre miseria y podredumbre, de
la yerta verdad, la faz horrible; hoy me devora negra pesadumbre;
que al buscar de mi sueño lo imposible, me desperté del Gólgota en
la cumbre: y como Cristo en medio del tormento, os pido de
beber, estoy sediento.
IV ¡Sus, a
beber! Decapitad botellas, guerra al dolor, a la lujuria paso;
choque el cristal, las ilusiones bellas, en el fondo buscad de
vuestro vaso; divinas libaciones, yo por ellas, me siento
arrebatado hasta el Parnaso; como fue arrebatado de improviso,
el hijo de Sabaca al paraíso.
V Baco, Noé;
sublimes bebedores: titánicas figuras de la historia; coronados de
bácaras y flores, debéis estar en la celeste Gloria; de Baco a la
salud, brindo señores; y de Noé bendigo su memoria: porque
siento al beber que mi alma crece, y lo grande, pequeño me
parece.
VI Y brillan
mis harapos humillantes, y levanto mi frente de maldito; enano que
desprecio a los gigantes, infeliz que piedad no necesito; Job con
regia corona de brillantes, gusano que me arrastro en lo infinito:
cuando bebiendo mi cerebro inflamo,
¡ ¿quien más que yo?! Como Satán exclamo.
VII Licor
divino, emanación del Cielo, galvánico motor de alma caída; fuego
de inspiración, luz de consuelo; bezoar contra el veneno de la vida;
tú das calor de la vejez al hielo, y finges dicha al que la ve
perdida: ossana a ti a quien el orbe ingente, te consagra su
culto reverente.
VIII Es de
dioses la sangre Icor divino, según la tradición de los paganos, y
la sangre de Dios vuélvese vino, aseguran católicos
romanos, reveladme iniciados por San Lino, de la cuba los místicos
arcanos: y si queréis que yo me santifique, predicad que en la
Gloria hay alambique.
IX.
Servid licor, si en duelo tormentoso,
arrastráis una vida desgraciada;
bebed con fe el líquido precioso
en piscina del alma desahuciada;
en báquico espejismo primoroso,
yo miro una esperanza dibujada:
y sueño un porvenir indeficiente,
que brilla ante mi ephata omnipotente.
|
X
Doquiera culto tributar se mira,
del Dios de Niza al néctar soberano;
por el kumis el tártaro delira,
y por el braga el indio siberiano;
el sake al japonés placer inspira,
y hace el neutle feliz al mexicano:
y agradecido el universo todo,
bendice a Baco al empinar el codo.
XI Vaga el hombre por
áspero comino, soñando luz entre tiniebla obscura; y marcha marcha
errante peregrino, sin voluntad, ni objeto ni ventura; al antojo
le arrastra su camino, como arrastran los vientos la basura:
que su propia razón le desorienta, y sólo el vino su ilusión
alienta.
XII. Somos en manos
del destino loco, lo que en manos del niño la pelota; es nuestra
mente, de ilusiones foco, al sentirlas morir, el vicio brota; y
caen las creencias poco a poco, como agua destilada gota a gota:
yo que sufrí terribles decepciones, encuentro en el licor mis
ilusiones.
XIII. Yo que presa de
bárbaro ateísmo, a renegar de la amistad me atrevo, cuando bebo
depongo mi egoísmo y hermano soy del hombre con quien bebo;
engañado por báquico espejismo; el santo afecto de amistad
renuevo: y de Diógenes quiebro la linterna, al pasar el dintel
de la taberna.
XIV Yo dudo del amor,
falso es en todo; el amor es un duelo en que uno muere, amor no es
redención, es negro lodo y guay de aquél a quien su arpón le hiere;
más juicioso que amar es ser beodo, mi corazón a la amistad
prefiere: a quien sufre cual yo, le doy la mano y bebe de mi
copa y es mi hermano.
XV Renegad del amor,
vivan las bellas copas a las que doy sabrosos besos, porque en los
labios cristalinos de ellas, están los goces del Edén impresos;
amo tanto las copas y botellas que me llena de envidia hasta los
sesos, el mosquito sinóptico que boga en rojo vino hasta que
en él se ahoga.
XVI Quien nada espera
ya, maldice al mundo, y nada espero yo, todo he perdido, sufre el
alma tormento sin segundo, el licor es un bálsamo querido, que hace
olvidarme de mi mal profundo; viejo, enfermo del alma, descreído:
sólo vivo lo juro sin empacho, con la vida ficticia del
borracho.
XVII Allá en mi
juventud de fuego llena, vagaba audaz mi fantasía de loco, cual
vuela el grano de caliente arena, arrebatado en alas del siroco; mi
alma otro tiempo compasiva y buena, envenenada está, la verdad toco;
y bebiendo, bebiendo soy felice, magüer la sociedad se
escandalice.
XVIII Sociedad
exigente y corrompida, lujuria en el altar santificada, severa
mojigata descreída, Safo, de Sor Teresa disfrazada; ramera de pudor
enrojecida, reina loca de cieno coronada: adúltera que audaz
alzas el dedo, yo ni borracho respetarte puedo.
Antonio Plaza.
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ÍNDICE
A MARÍA LA DEL CIELO.
Flor de Abraham que su
corola ufana, abrió al lucir de redención la aurora, tú del Cielo y
del mundo soberana, tú de vírgenes y ángeles
Señora.
Tú que fuiste del verbo la
elegida, para madre del verbo sin segundo, y con tu sangre se nutrió
su vida, y con su sangre libertose el
mundo. -------------------------------------------------------- Tú
que del hombre dios, el sufrimiento y el estertor convulso
presenciaste, y en la roca del Gólgota sangriento, una historia de
lágrimas dejaste.
Tú que ciñes diadema
resplendente, y más allá de las bramantes nubes, habitas un palacio
trasparente, sostenido por grupos de querubes.
Y es de luceros tu brillante
alfombra, donde resides no hay tiempo ni espacio, y la luz de ese
sol es negra sombra de aquella luz de tu inmortal
palacio.
Y llenos de ternura y de
contento, en tus ojos los ángeles se miran, y mundos mil abajo de
tu asiento, sobre sus ejes de brillantes giran.
Tú que la Gloria omnipotente
huellas, y vírgenes y tronos en su canto, te aclaman soberana y
las estrellas, trémulas brillan en tu regio manto.
Aquí me tienes a tus pies
rendido, y mi rodilla nunca tocó el suelo, porque nunca señora le
he pedido, ni amor al mundo ni piedad al Cielo.
Si bien, dentro del alma he
sollozado, ningún gemido reveló mi pena, porque siempre, soberbio
y desgraciado, pisé del mundo la maldita
arena. ------------------------------------------------- |
Y cero nulo el la social
partida, rodé al acaso en páramo infecundo, fue mi tesoro una arpa
enronquecida y vagué sin objeto por el mundo.
Y solo por doquier, sin un
amigo, viajé señora lleno de quebranto, envuelto en mis harapos de
mendigo, sin fe en el alma ni en los ojos llanto.
Pero su orgullo el corazón
arranca, y hoy que el pasado con horror contemplo, la cabeza que el
crimen volvió blanca, inclino en las baldosas de tu
templo.
Si eres oh virgen, embustero
mito, yo quiero hacer a mi razón violencia, porque creer en algo
necesito y no tengo señora una creencia.
¡Ay de mí!, sin creencias en
la vida, veo en la tumba las puertas de la nada, y no encuentro la
dicha en la partida ni la espero después de la
jornada.
Dale señora por piedad
ayuda, a mi alma que el infierno está quemando, el peor de los
infiernos es la duda y vivir no es vivir siempre
dudando.
Si hay
otra vida de ventura y calma, si no es cuento promesa tan sublime
entonces por piedad llévate mi alma, que en mi momia de barro se
comprime. ---------------------------------------- Tú que
eres tan feliz, debes ser buena, tú que te haces llamar “Madre del
hombre”, si tu pecho no pena por mi pena, no mereces a fe tan
dulce nombre.
El alma de una madre es
generosa, inmenso como Dios es su cariño, recuerda que mi madre
bondadosa, a amarte me enseñó cuando era niño.
Y de noche en mi lecho se
sentaba, y ya desnudo, arrodillar me hacía, y una oración sencilla
recitaba, que durmiéndome yo la repetía.
Y ya dormido te miraba en
sueños, inmaculada madre de pureza. Y un grupo vía de arcángeles
pequeños en torno revolar de tu cabeza. |
Mi juventud señora vino luego,
y cesaron mis tiernas oraciones, porque en mi alma candente como
el fuego, ardió la tempestad de las pasiones.
Es amarga y tristísima mi
historia, en mis floridos y mejores años, ridículo encontré
buscando gloria, en lugar del amor los desengaños.
Y yo que tantas veces te
bendije, despechado después y sin consuelo, sacrílego señora te
maldije y maldije también al santo Cielo .
............................................................................. Y
con penas sin duda muy extrañas, airado el Cielo castigarme
quiso, porque puso el Infierno en mis entrañas, porque puso en mi
frente el Paraíso.
Quise encontrar a mi dolor
remedio y me lancé del vicio a la impureza y en el vicio encontré
cansancio y tedio y me muero señora de tristeza.
Y viejo ya, marchita la
esperanza, llego a tus pies arrepentido ahora; virgen que todo del
Señor alcanza, sé tú con el Señor mi intercesora.
Dile que horrible la expiación
ha sido, que horribles son las penas que me oprimen; dile también
señora, que he sufrido mucho antes de saber lo que era
crimen.
Si siempre he de vivir en la
desgracia, ¿porqué entonces murió por mi existencia? Si no quiere
o no puede hacerme gracia, ¿donde está su bondad y
omnipotencia?
Perdón al que blasfema en su
agonía, y haz que calme llorando sus enojos; que es horrible
sufrir de noche y día sin que asome una lágrima a los
ojos.
Quiero el llanto verter de que
está henchido mi pobre corazón hipertrofiado, que si no lloro
hasta quedar rendido, por Dios me moriré
desesperado.
Si comprendieras lo que sufro
ahora. ¡Aire aire infeliz que me sofoco! Se me revienta el corazón
señora. ¡Piedad, piedad de un miserable loco!
Antonio
Plaza.
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ÍNDICE
POBRE DE MÍ.
Pobre de mí, las horas que
pasaron, horas de luto y de pesares fueron, y las horas que
aquellas remolcaron, saturadas de lágrimas
vinieron.
Pobre de mí, fatalidad sombría, me persigue
doquier amenazante, y en mis horas salvajes de agonía, es un nuevo
martirio cada instante.
Pobre de mí, para el dolor
nacido, es mi vida tormento prolongado, nadie ha sufrido lo que yo
he sufrido, porque soy como nadie desgraciado.
Pobre de mí, sin esperar
ventura, triste vegeto en aparente calma, y al recordar mi historia
de amargura, me punza el corazón, me duele el
alma.
Pobre de mí, con los pesares
lidio, sin esperanza y los tormentos crecen, y aunque bostezo
hastiado de fastidio, al bostezar, mis ojos se
humedecen.
Pobre de mí, la mente
voladora, soñó un tiempo fantásticas beldades, que mi alma como
fuego abrasadora, formada fue de locas
tempestades.
Pobre de mí, el alma que
atrevida, audaz ayer lo desafiaba todo, es águila sin alas abatida
que impotente se arrastra por el lodo.
Pobre de mí, el ánima tan
llena de fuego juvenil se fue gastando, es un alma infeliz, ánima
en pena, sombra del alma que cayó luchando
|
Pobre de mí, tormentos muy
atroces, sin piedad mis entrañas atarazan, ni en el bien ni en el
mal encuentro goces, la virtud y los vicios me
rechazan.
Pobre de mí, no arrancan un
gemido, los arpones que el pecho me atraviesan, pero al sentir mi
espíritu caído, me pesa el corazón, los muertos
pesan.
Pobre de mí, emponzoñada
herida, desgarra el corazón cansado y yerto, vivo para sentir mi
horrible vida, respiro aún para saber que he
muerto.
Pobre de mí, el llanto
comprimido, en mi rebelde corazón guardado, tanto permaneció que
corrompido, en repugnante hiel se ha transformado.
Pobre de mí, en mi fatal
carrera, llevo una vida miserable, trunca, y al caer en mi lecho
yo quisiera, no ver la luz ni levantarme nunca.
Pobre de mí; al que se muere
envidio, y lucho y miro en sueños agitados,
el tentador espectro del suicidio;
y la faz de mis hijos adorados.
Pobre de mí; el porvenir
me aterra, de esas criaturas que mi pan reciben; y los lazos que me
unen a la tierra, no los puedo romper porque ellos
viven.
Pobre de mí, hasta que yo
sucumba, he de sufrir la saña de la suerte, sólo me queda una
ilusión: la tumba; bendigo a Dios porque inventó la muerte.
Antonio
Plaza.
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ÍNDICE
DOS ENTIERROS..
Asomado al balcón vi que pasaba
un gran
entierro, su cortejo ingente,
con pompa funeral, muy lentamente,
invadiendo tres calles desfilaba.
Y más tarde pasó. ¿Pasó? ... Volaba:
otro entierrillo rápido, impaciente,
iba el muerto en arcaz, hasta
indecente,
y nadie al muerto aquél acompañaba.
Comparando pensé: yo no me explico
lo que hay tras de la muerte, mas diría:
que el pobre que la teme es un
borrico.
Que si la muerte da con saña impía
fin a la vida cómoda del rico,
también da fin del pobre a su agonía.
Antonio
Plaza.
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ESTE ERA UN REY...
Ven mi Juan y toma asiento
en la mejor de tus sillas, siéntate aquí en mis rodillas y
presta atención a un cuento.
Así estás bien, eso es,
muy cómodo y muy ufano, pero... ten quieta esa mano, ¡vamos!
Sosiega esos pies.
Éste era un Rey... me maltrata
el bigote ese cariño. Éste era un Rey... ¡vamos niño que me
rompes la corbata!
Si vieras con qué placer
ese Rey... ¡Jesús! ¿Qué haz hecho? ¿Lo ves? En medio del pecho
me haz clavado un alfiler.
Y, ¿mi dolor te da risa?
Escucha y tenme respeto. Éste era un Rey... deja quieto el
cuello de mi camisa.
Oír atento es la ley que a
cumplir aquí te obligo. Deja mi reloj, prosigo. ¡Atención! Éste
era un Rey...
Me da tormentos crueles tu
movilidad chicuelo, ¿ves? Haz regado en el suelo mi dinero y mis
papeles.
Responde ¿me haz de escuchar?
Éste era un Rey... ¡qué locura! Me tiene en grande tortura que
te muevas sin parar.
Mas ¿ya estás quieto? Sí, sí.
Al fin cesa mi tormento. Éste era un Rey... oye el cuento
inventado para ti. |
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Y agrega el niño que es ducho en tramar cuentos a fe:
—Éste era un Rey... ya lo sé, porque lo repites
mucho.
Y me gusta el cuentecito y mira ya lo aprendí:
Éste era un Rey... ¿no es así? ¡Qué bonito! ¡Qué bonito!
Y de besos me da un ciento y pienso al ver sus cariños:
los cuentos para los niños no requieren
argumento.
Basta con entretener su espíritu de tal modo, que
nos puedan hacer todo lo que nos quieran hacer.
Con leguaje grato o rudo, un niño sin hacer caso va
dejando paso a paso, a su narrador desnudo.
Infeliz el que se escama con esas dulces locuras,
si estriba en sus travesuras el argumento del
drama.
Oh Juan, me alegra y me agrada tu movilidad tan terca,
te cuento por verte cerca y no por contarte nada.
Y bendigo mi fortuna, oye el cuento y la sabrás,
era un Rey... al que jamás le sucedió cosa
alguna.
Juan de Dios Peza.
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ÍNDICE
SI TÚ ME DICES VEN.
Si tú me dices ven, lo dejo todo,
no volveré
siquiera la mirada
para buscar a la mujer amada;
pero dímelo fuerte, de
tal modo,
que tu voz como toque de llamada,
vibre en el más íntimo
recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera al corazón como una
espada.
Si tú me dices ven, todo lo dejo,
llegaré a tu santuario casi
viejo
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi
retardo,
difundiéndome ¡oh Cristo! Como un nardo
de perfume sutil ante
tu altar.
Amado Nervo.
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INACCESIBLE.
Dios es inaccesible al instrumento
científico,
al crisol y a la retorta;
pero es siempre accesible para el
alma.
Jamás despejarán su inmenso enigma,
la suficiencia y el
orgullo humanos
cual si fuese ecuación. El telescopio
no habrá de
sorprenderle entre los orbes
ni la lente del ultramicroscopio
le
encontrará en las células.
Él dio su ley al Universo y calla,
recatando su faz en lo
absoluto.
Pero que el triste y conturbado espíritu
le busque como el
"súmum" de los bienes
y allá en lo más profundo de sí mismo,
la voz
maravillosa del abismo
le dirá con amor —aquí me tienes.
Amado Nervo.
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HAMLET
(MONÓLOGO).
Ser o no ser; he ahí el dilema,
¿qué es más noble? ¿Soportar el alma los duros tiros de la adversa suerte, o
armarse contra un mar de desventuras, hacerles frente, y acabar con
ellas?.
Morir, dormir... no más. ¿Pensar que un sueño que da fin a las
angustias y mil males que hereda nuestra carne es meta digna de ser íntimamente
deseada?.
Morir... dormir... dormir... soñar acaso. He ahí el tropiezo. El
pensar, qué sueños podrán sobrevenir en aquel hondo letargo de la muerte cuando
el alma, este mortal despojo haya arrojado, por fuerza ha de ser parte a
detenernos.
Esa es la reflexión que a la desdicha tan larga vida da. Pues,
¿quién sufriera del tiempo la irrisión y vil escarnio, del opresor el yugo, los
ultrajes del orgulloso, el ansia, los tormentos de un mal pagado amor, de la
justicia la lentitud, del mando la insolencia, el menosprecio con que aleve
trata la indignidad al mérito paciente, pudiendo por sí mismo procurarse con un
puñal reposo? ¿Quién llevara gravosas cargas, quién gimiera triste, sudando bajo
el peso de esta odiosa, cansada vida, si el temor que infunde algo desconocido
tras la muerte (aquella ignota tierra, cuyos lindes no vuelve a traspasar
viandante alguno) no confundiese el alma y nos hiciese; antes sufrir los males
que nos cercan que huir en busca de otros que ignoramos?
Así en cobardes nos
convierte a todos tremenda la conciencia; así se apaga el fuego natural de la
osadía, de la prudencia al pálido reflejo. Por eso empresas de importancia suma,
y llenas de vigor, mudan camino y de hecho nombre pierden...
W.
Shakespeare.
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LA CAÍDA DE LAS HOJAS
Cayó como rosa en mar
revuelto y desde entonces a llevar no he vuelto a su sepulcro:
lágrimas y amores;
porque el ingrato corazón se olvida
cuando está en los deleites de la vida,
que los sepulcros necesitan flores.
Murió aquella mujer con la
dulzura de un lirio deshojándose en la albura del manto de una
virgen solitaria. Su pasión fue más honda que el misterio; vivió
como una nota de salterio, murió como una enferma
pasionaria.
Espera, —me decía suplicante—
todavía el desengaño está distante, no me dejes recuerdos ni
congojas. Aún podemos amar con mucho fuego, no te apartes de mí,
yo te lo ruego, espera la caída de las hojas.
Espera la llegada de las
brumas, cuando caigan las hojas y las plumas en los arroyos de
aguas entumidas. Cuando no haya en el bosque enredaderas, y
noviembre deshoje las postreras rosas fragantes al amor
nacidas.
Hoy no te vayas, alejarte
fuera, no acabar de vivir la primavera de nuestro amor que se
consume y arde. Todavía no hay caléndulas marchitas, y para que me
llores necesitas esperar la llegada de la tarde.
|
Entonces desplomando tu cabeza
en mi pecho que es nido de tristeza me dirás lo que en sueños me
decías; pondrás tus labios en mi rostro enjuto y anudarás con un
listón de luto: mis manos cadavéricas y frías.
No te vayas por Dios; hay
muchos nidos y rompen los claveles encendidos con un beso sus
vírgenes corolas; todavía tiene el alma arrobamientos y se pueden
juntar dos pensamientos como se pueden confundir dos
olas.
Deja que nuestras almas
soñadoras, con el recuerdo de perdidas horas, cierren y entibien
sus alitas pálidas y que se rompa nuestro amor en besos cual se
rompe en los árboles espesos en abril, un torrente de
crisálidas.
¿No ves cómo el amor late y
anida en todas las arterias de la vida que se me escapa ya? Te
quiero tanto, que esta pasión que mi tristeza cubre, me llevará
como una flor de octubre a dormir para siempre al
camposanto.
Me da pena morir siendo tan
joven porque me causa celo que me roben este cariño que la muerte
trunca, y me presagia el corazón enfermo,
|
que si en la noche del
sepulcro duermo, no he de volver a contemplarte
nunca.
Nunca, ¡jamás!... en mi
postrer regazo no escucharé yo el eco de tu paso ni el eco de tu
voz, secreto eterno; si dura mi pasión tras de la muerte y ya no
puedo cariñosa verte, me voy a condenar en un
infierno.
¡Ay! Tanto amor para tan breve
instante. ¿Porqué la vida cuanto más amante, es más fugaz? ¿Porqué
nos brinda flores? Flores que se marchitan sin tardanza al reflejo
del sol de la esperanza que nunca deja de verter
fulgores.
No te alejes de mí, que estoy
enferma, espérame un instante, cuando duerma, cuando ya no
contemples mis congojas. Perdona si con lágrimas te aflijo. — y
cerrando los párpados me dijo, —¡espera la caída de las
hojas!.
Ha mucho tiempo el corazón
cobarde la olvidó para siempre, ya no arde aquel amor de los
lejanos días; pero ¡ay! A veces al soñarla siento, que estremecen
mi ser calenturiento, sus manos cadavéricas y
frías.
Fernando
Celada. |
ÍNDICE
VOLVERÁN LAS OBSCURAS
GOLONDRINAS.
Volverán
las obscuras golondrinas a tu balcón sus nidos a colgar y otra vez
con el ala en sus cristales... jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo
refrenaban, tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que
aprendieron nuestros nombres... ésas no volverán.
Volverán las tupidas
madreselvas en tu jardín sus tapias a escalar y otra vez por la
tarde, aún más hermosas... sus flores abrirán. |
Pero aquellas cuajadas de
rocío cuyas gotas mirábamos temblar, y caer como lágrimas de
día... ésas no volverán.
Volverán del amor en tus
oídos, las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo
sueño... tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de
rodillas, como se adora a Dios en el altar, como yo te he querido;
desengáñate... ¡nadie te querrá!.
Gustavo Adolfo
Becquer. |
ÍNDICE
RENUNCIACIÓN
¡Oh! Sidharta Gautamma Tú
tenías razón,
las angustias nos vienen del deseo.
El Edén consiste en no
anhelar,
en la renunciación completa,
irrevocable de toda posesión,
quien no desea nada donde quiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita
amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables que al par
que se cortan,
renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura
y hay en él más perfidias que olas haya en el mar.
Quien bebe como el Cínico* el agua
con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama
sobre todas las cosas al Arcano;
ese es el victorioso, el fuerte, el
soberano
y no hay paz comparable con su perenne paz.
Amado
Nervo.
*Diógenes
ÍNDICE
COBARDÍA.
Pasó con su madre, qué rara belleza,
qué rubios cabellos
de trigo garzul,
qué ritmo en el paso, qué innata realeza
de porte, qué
formas bajo el fino tul.
Pasó con su madre volvió la cabeza,
me clavó muy hondo su
mirada azul.
Quedé como en éxtasis con febril premura,
¡síguela!
Gritaron: cuerpo y alma a la par;
pero tuve miedo de amar con locura,
de
abrir mis heridas que suelen sangrar
y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos; la dejé pasar.
Amado Nervo.
ÍNDICE
GRATIA PLENA.
Todo en ella encantaba,
todo en ella atraía, su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar; el
ingenio de Francia de su boca fluía, era llena de gracia como el
Avemaría, quien la vio no la pudo ya jamás
olvidar.
Ingenua como el agua, diáfana
como el día, rubia y nevada como margarita sin par, al influjo de
su alma celeste amanecía, era llena de gracia como el Avemaría,
quien la vio no la pudo ya jamás olvidar.
Cierta dulce y amable dignidad
le investía, de no sé qué prestigio lejano y singular,
|
más que toda princesa,
princesa parecía, era llena de gracia como el Avemaría, quien la
vio no la pudo ya jamás olvidar.
Yo gocé el privilegio de
encontrarla en mi vida de dolor, y por ella tuvo fin mi anhelar, y
cadencias arcanas halló mi poesía, era llena de gracia como el
Avemaría, quien la vio no la pudo ya jamás
olvidar.
Cuánto. cuánto la quise, por
diez años fue mía, pero flores tan bellas nunca pueden durar, era
llena de gracia como el Avemaría, y a la fuente de gracia de donde
procedía, se volvió como gota que se vuelve a la mar.
Amado
Nervo. |
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ÍNDICE
LA VIDA ES SUEÑO
(fragmento) |
Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna
vez soñamos. Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el
hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Sueña el Rey que
es Rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y
en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte!: ¡¿que hay
quien intente reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la
muerte?! |
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su
miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que
afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en
conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí de estas cadenas cargado, y soñé que
en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el
mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños,
sueños son.
Pedro Calderón de la Barca
Madrid
1600-1681 |
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ÍNDICE
AUTO-EPIGRAMA
Ya me gradué de
Patán
Y magnífico tribuno
De circo
de bataclán
Hoy quiero hacerla de tox
Y de
gallito de “porra”
Aunque traducido Fox
Del inglés
GUVI770818MJCTLS02
DESPECHO
Arcanidad terrible de la
vida, destino lleno de rigor sin nombre, infamia entre las sombras
escondida, aprieta sin piedad que das en
hombre.
No esperes con tu golpe
furibundo, avasallar mi soberano aliento, es grande mi tormento
como el mundo pero el alma es mayor que mi
tormento.
Y siempre aquí con arrogante
calma, de tus rencores la sin par fiereza afronto audaz que la
grandeza de alma, aunque pequeño soy, es mi
grandeza.
Nunca al poder ni al oro me
arrodillo y aunque me agobie padecer tirano; me muero de hambre
pero no me humillo, seré cadáver pero no, gusano.
¡Bien alma bien! Porque jamás
te humillas, eres inmensa en tu sufrir constante, no mendigues la
Gloria de rodillas, conquístala de pie: mártir
gigante.
Nací juguete de la vil fortuna
y me acompañan en fatal camino: la negra sombra que cubrió mi
cuna, la negra mano que marcó mi sino.
A la luz de brillantes
ilusiones de la horrible verdad, vi los arcanos; y fue mi alma
festín de las pasiones como el cuerpo es festín de los
gusanos.
Lloré por la esperanza
asesinada pero tanto creció mi desventura, que traduje en sonora
carcajada la suprema expresión de la amargura. |
Y al fin cansado de mortal
quebranto, adopté el estoicismo por divisa, tanto lloré que se
agotó mi llanto, tanto reí que se acabó mi risa.
Sin fe, sin juventud, la
despreciada vida infeliz indiferente rueda;
con mi última esperanza evaporada,
¿qué me queda en el mundo? ¿qué me
queda?
Ya no tengo sonrisa ni gemido
ni amo ni aborrezco ni ambiciono, que en indolencia criminal
sumido, hasta a mi propio espíritu abandono.
Hora tras hora solitario
pierdo, envuelto en bruma de oriental pereza, es mi goce sufrir
con el recuerdo, entregado al placer de la
tristeza.
Pláceme abrir heridas mal
cerradas, contemplando a la espalda de los años: ilusiones de fuego
sepultadas a la luz de terribles desengaños.
También un tiempo ¡Ay de mí!
Tras de fantasmas risueños, desatinado corrí porque la razón
perdí, entre marañas de sueños.
Lindo germen de ilusión de
mi espíritu gastado engendró loca pasión, soñó con la redención
mi frente de condenado.
En mi desencanto amé
creyendo que no creía, y más desencanto hallé. ¡Imbécil!
¿Porqué soñé, cuando soñar no debía? |
Amé a una mujer como ama
quien amar no cree, su llanto alzó en mi ser una llama como
alza fosfórea flama la lluvia en el camposanto.
Pero ¡Ay! de aquellas
historias, sólo guarda el corazón recuerdos de muertas glorias,
memorias, sólo memorias que sólo memorias son.
Porque mis sueños huyeron
y mis amores volaron, mis esperanzas murieron y los placeres
que fueron: luto en el alma dejaron.
Hoy en negra decepción,
los desprecios y el cariño para mí lo mismo son; que en lugar
de corazón llevo el cadáver de un niño.
De luz imposible mi cráneo era
foco, de luz imposible mis sueños vestí, pero ¡Ay! que mis sueños
febriles de loco, en mares de sombras perdiéronse al
fin.
El alma la vida apenas
soporta, la paz de las tumbas del alma es la paz; yo soy un pasado
que a nadie le importa, soy en esta tierra cadáver
social.
¡Guay del que vegeta
con sueños despierto!
dormirse soñando es muerto vivir...
yo vivo y no sueño, cadáver despierto,
del ser y la nada parodia infeliz.
Al cielo pregunto con
ansia indecible:
¿los mártires suben de Dios al dosel?
el cielo se calla, y un eco terrible
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!
Quien deja la vida de
luto y hastío
se vuelve a la nada que de ella salió,
tras esas estrellas no hay más que vacío;
me dice: ¡No sueñes... Mentira es la fe!
El hombre, ese imbécil
gusano pequeño,
de orgullo inflamado, se juzga inmortal;
pero es la existencia la sombra del sueño
del sueño que forja la nada quizá.
........................
Señor, de la duda
me asfixia el abismo,
te ruego que mandes a mi alma infeliz
la fe sacrosanta o el negro ateísmo...
negar es creer... dudar es sufrir.
Antonio
Plaza. |
ÍNDICE
A BACO
Salud, !oh Baco! Tu
Poder insólito, es en la tierra talismán vivífico; quien ha probado
tu licor magnífico, se vuelve siempre tu constante
acólito...
Por ti, en las jaulas del
glorioso Hipólito
maldicen el idiota y el científico al mundo
artero, que sonríe pacífico de sus pesares, con cinismo
insólito,
pero tú en cambio con bondad
magnánima cuando enardeces mi cerebro escuálido haces vivir mi
lacerada ánima
haces crecer mi corazón
inválido: y juro, por San Juan y la Verónica, pasar la vida en
borrachera crónica.
Antonio Plaza.
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ÍNDICE
PAQUITO
Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas al par que las mechas crecidas y rubias,
el pobre chiquillo se postra en la tumba, y en voz de sollozos
revienta y murmura: «Mamá, soy Paquito; no haré travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva.
«¡Qué bien que me
acuerdo! La tarde de lluvia; las velas grandotas que olían a
curas; y tú en aquel catre tan tiesa, tan muda, tan fría, tan
seria, y así tan rechula! Mamá, soy Paquito; no haré
travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva.
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«Me acuesto en
rincones solito y a obscuras. De noche, ya sabes, los ruidos
me asustan. Los perros divisan espantos y aúllan. Las ratas me
muerden, las piedras me punzan... Mamá, soy Paquito; no haré
travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva.
«Papá no me quiere.
Está donde juzga y riñe a los hombres que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo, él bota la pluma, se pone muy bravo, me
ofrece una tunda. Mamá, soy Paquito; no haré travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva.
Salvador Díaz Mirón
|
«Buscando comida,
revuelvo basura. Si pido limosna, la gente me insulta, me
agarra la oreja, me dice granuja, y escapo con miedo de que
haya denuncia. Mamá, soy Paquito; no haré travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva. |
«Los otros muchachos
se ríen, se burlan, se meten conmigo, y a poco me acusan
de pleito al gendarme que viene a la bulla; y todo, porque
ando con tiras y sucias. Mamá, soy Paquito; no haré
travesuras».
Y un cielo impasible
despliega su curva. |
ÍNDICE
EL SEMINARISTA
DE LOS OJOS NEGROS
Desde la ventana de un
casucho viejo abierta en verano, cerrada en invierno por vidrios
verdosos y plomos espesos, una salmantina de rubio cabello y ojos
que parecen pedazos de cielo, mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de
paseo.
Baja la cabeza, sin
erguir el cuerpo, marchan en dos filas pausados y austeros, sin
más nota alegre sobre el traje negro que la beca roja que ciñe su
cuello, y que por la espalda casi roza el suelo.
Un seminarista, entre
todos ellos, marcha siempre erguido, con aire resuelto. La negra
sotana dibuja su cuerpo gallardo y airoso, flexible y esbelto. Él,
solo a hurtadillas y con el recelo de que sus miradas observen los
clérigos, desde que en la calle vislumbra a lo lejos a la
salmantina de rubio cabello la mira muy fijo, con mirar intenso. Y
siempre que pasa le deja el recuerdo de aquella mirada de sus ojos
negros.
Monótono y tardo va
pasando el tiempo y muere el estío y el otoño luego, y vienen las
tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del
casucho viejo siempre sola y triste; rezando y cosiendo una
salmantina de rubio cabello ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos: ve
solo a uno de ellos, su seminarista de los ojos negros; cada vez
que pasa gallardo y esbelto, observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
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Cuando en ella
fija sus ojos abiertos con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!, ¡Yo no he de ser cura,
yo no puedo serlo! ¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero! A la
niña entonces se le oprime el pecho, la labor suspende y olvida los
rezos, y ya vive sólo en su pensamiento el seminarista de los ojos
negros.
En una lluviosa mañana
de inverno la niña que alegre saltaba del lecho, oyó tristes
cánticos y fúnebres rezos; por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista sin duda
era el muerto; pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro, con
la beca roja por cima cubierto, y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos los seminaristas iban
en silencio siempre en dos filas hacia el cementerio como por las
tardes al ir de paseo.
La niña angustiada
miraba el cortejo los conoce a todos a fuerza de verlos... tan
sólo, tan sólo faltaba entre ellos... el seminarista de los ojos
negros.
Corriendo los años,
pasó mucho tiempo... y allá en la ventana del casucho viejo, una
pobre anciana de blancos cabellos, con la tez rugosa y encorvado el
cuerpo, mientras la costura mezcla con el rezo, ve todas las
tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo.
La labor suspende, los
mira, y al verlos sus ojos azules ya tristes y muertos vierten
silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste,
aún guarda el recuerdo del seminarista de los ojos
negros...
Miguel Ramos Carrión
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ÍNDICE
si conoces alguna poesía o tienes
algún comentario, te agradeceré
me lo hagas llegar a mi correo: tomas@guitron.net
HIJOS
Hijos, si quieren amarme bien
pueden hacerlo, su cariño es oro que nunca desdeño mas quiero
comprendan que nada me deben, SIGO SIENDO EL PADRE, tengo los deberes.
Nunca en mis angustias por verlos contentos he trazado signos de
tanto porciento.
Ahora mis niños quisiera
orientarles, mis REPRESENTANTES irán a cobrarles, serán hijos
suyos, gota de su sangre y presentarán cheques por cien mil afanes.
Entonces mis niños como gente
honrada a sus propios hijos, de la misma forma;
deberán pagarles.
Rudyard Kipling.
Ésta es una versión
pluralizada
de la versión original en singular. .......
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LA SUAVE PATRIA Ramón López VelardePROEMIO
Yo que sólo canté de la
exquisita partitura del íntimo decoro, alzo hoy la voz a la mitad
del foro, a la manera del tenor que imita la gutural modulación
del bajo, para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo Chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
Mi patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te
envuelva en la más honda música de selva con que me modelaste por
entero al golpe cadencioso de las hachas, entre risas y gritos de
muchachas y pájaros de oficio carpintero.
PRIMER
ACTO
Patria: tu superficie es el
maíz, tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu cielo, las garzas
en desliz y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un
establo
y los veneros de petróleo, el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora
vuela ojerosa y pintada, en carretela; y en tu provincia, del
reloj en vela que rondan los palomos colipavos, las campanadas
caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía como aguinaldo de
juguetería.
Y en el barullo de las
estaciones, con tu mirada de mestiza, pones la inmensidad sobre
los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta
a la rana, no miró, antes de saber del vicio, del brazo de su
novia, la galana pólvora de los fuegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido
festín luces policromías de delfín, y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa, y a tus dos trenzas de tabaco,
sabe ofrendar aguamiel toda mi briosa raza de bailadores de
jarabe.
Tu barro suena a plata, y
en tu puño,
su sonora miseria de alcancía; y por las madrugadas del
terruño, en calles como espejos, se vacía el santo olor de la
panadería.
Cuando nacemos, nos regalas
notas, después, un paraíso de compotas, y luego te regalas toda
entera, suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que
sí, que en tu lengua de amor prueben de ti la picadura del
ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que
cuando truena, de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que
nos baña de locura, enloquece a la montaña, requiebra a la mujer,
sana al lunático, incorpora a los muertos, pide el viático, y al
fin derrumba las madererías de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en
tus quejas crujir los esqueletos en parejas; oigo lo que se fue,
lo que aún no toco, y la hora actual con su vientre de coco. Y
oigo en el brinco de tu ida y venida, ¡oh trueno, la ruleta de mi
vida!
INTERMEDIO (Cuauhtémoc) |
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Joven abuelo: escúchame loarte
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal; al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente que de responsos llena el
victorial zócalo de ceniza de tus plantas.
No como a César el rubor
patricio te cubre el rostro en medio del suplicio: tu cabeza
desnuda se nos queda, hemisféricamente, de moneda.
Moneda espiritual en que se
fragua todo lo que sufriste: la piragua prisionera, el azoro de
tus crías, el sollozar de tus mitologías, la Malinche, los ídolos
a nado, y por encima, haberte desatado del pecho curvo de la
emperatriz como del pecho de una codorniz.
SEGUNDO
ACTO
Suave Patria: tú vales por el
río de las virtudes de tu mujerío. Tus hijas atraviesan como
hadas, o destilando un invisible alcohol, vestidas con las redes
de tu sol, cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual
mito, sino por tu verdad de pan bendito como a niña que asoma por
la reja con la blusa corrida hasta la oreja y la falda bajada
hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor,
floreces: creeré en ti, mientras una mexicana en su tápalo lleve
los dobleces de la tienda, a las seis de la mañana, y al estrenar
su lujo, quede lleno el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día, de milagro, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio
Nacional, con tu misma grandeza y con tu igual estatura de niño y
de dedal.
Te dará, frente al hambre y al
obús, un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria: vendedora de
chía: quiero raptarte en la cuaresma opaca, sobre un garañón, y
con matraca, y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un
asilo para el ave que el párvulo sepulta en una caja de carretes
de hilo, y nuestra juventud, llorando, oculta dentro de ti, el
cadáver hecho poma de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a
mí baja desde el vergel de tu peinado denso, frescura de rebozo y
de tinaja: y si tirito, dejas que me arrope en tu respiración azul
de incienso y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas
bendecidas el Domingo de Ramos, yo desfilo lleno de sombras,
porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu
estilo, cual muriéndose van las cantadoras que en las ferias, con
el bravío pecho empitonando la camisa, han hecho la lujuria y el
ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la
clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario; cincuenta veces
es igual el Ave taladrada en el hilo del rosario, y es más feliz
que tú, ¡oh! Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de
abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja
la carreta alegórica de paja.
Ramón López Velarde |
ÍNDICE
EL MOCOSUELO
¿Por qué lloras
mocosuelo?
¿Qué pena causa tu
llanto?
¿Por qué lloras niño tanto?
-Porque me pegó mi
abuelo.
|
|
-Cuando te dio ese castigo
la falta sería muy
grave.
-No señor, si usted no sabe,
cómo es de malo conmigo,
desde que yo me levanto,
y aunque se oponga mi abuela...
él me despacha a la
escuela,
y ¡yo la aborrezco
tanto! |
Ampliación:
Han sido muchas personas las que me han preguntado acerca
de la poesía completa y la realidad es que así es como nos le
enseñó mi mamá cuando niños, por lo que me he concretado
a decir eso y que si alguien sabía de alguna manera la poesía
completa habría de agradecerle el que me la hiciera saber para satisfacción
propia y de los que se interesen en dicha poesía.
Ahora en junio de 2010; Raúl carbajal Aguilar
atendiendo a dicha petición, tuvo la amabilidad de mandarme una versión
completa, la cual, tengo a bien añadirla, para información de
los que se interesen.
Me tomo la libertad de transcribir su amable misiva
tal y como la recibí para la información y créditos correspondientes.
ÍNDICE
Sr Tomás Güitrón Betancourt:
Reciba un saludo desde Puebla.
Me comprometí a mandarle la poesía a la brevedad,
pero no contaba con el hecho de tener que verificar
su contenido y puntuación;
ya la tengo.
Sepa que esta poesía se la enseñó a mi padre, Maria Valderrama:
hija de su maestro, allá por 1941 en Tehuacán Puebla
en el Colegio JUSTO SIERRA del honorable profesor Manuel Balderrama Vargas.
Mi padre: Raul Carvajal Rodriguez, con el tiempo fue médico y profesor;
y en 6o grado, siendo
mi maestro, me la enseño a mí allá por de 1975; y hace
unos días me la recordó completa
y se la mandamos con gusto.
Raul Carvajal Aguilar
EL NIÑO Y EL MENDIGO
(Anónimo)
MENDIGO:
¿Por qué lloras mocosuelo?
¿Qué pena causa tu llanto?
¿Por qué lloras niño tanto?
NIÑO:
¡Porque me pegó mi abuelo!
MENDIGO:
Cuando te dio ese castigo
¿Sería la causa muy grave?
NIÑO:
No señor si usted no sabe
Cómo es de malo conmigo
Desde que yo me levanto
Y aunque se oponga mi abuela
Él me despacha a la escuela y yo la aborrezco tanto
MENDIGO:
¿Qué, no te gusta estudiar?
Aprender la geometría,
La historia, la geografía…
NIÑO:
¡No señor!
Lo que me gusta es jugar
Por eso llevo cargando
Mi pelota y mi canica
Mientras el maestro explica
Yo me divierto jugando.
MENDIGO:
¡Pasa el tiempo! ¡Ya se ve!
Y tú nunca sabrás nada!
NIÑO:
¡Sí, es la vida cansada
Eso del A, B y C…!
MENDIGO:
Desdichado no prosigas
Blasfemando de esa suerte
Más te valiera la muerte
Eso nunca jamás digas.
¿Ves mi triste situación?
Mendigando en la existencia
Es porque no amé la ciencia.
Porque huí de la instrucción
Como tú me divertía
Siempre en el aula jugando.
Y Ya ves hoy mendigando
Voy el pan de cada día.
NIÑO:
Me causa oíros tristeza
Siento miedo, por favor
¿Queréis decirme señor?
¿Es muy mala la pobreza?
MENDIGO:
Es horrible niño mío
Es no tener un hogar
Es llorar, siempre llorar
Es morir de hambre y de frío.
NIÑO
¡Jesús! Que horrible ha de ser
No tener ningún abrigo
Yo no quiero ser mendigo
Decidme ¿Qué debo hacer?
MENDIGO
Debes oh niño inocente
Atesorar instrucción
Formarte un buen corazón
Y ante todo ser prudente
Y al salir de la niñez
Con el alma bien formada
Al trabajo acostumbrada
De tu pan una tajada
Guarda para la vejez.
ÍNDICE
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